Esta semana, en MCCI revelamos tres hechos que exponen cómo la impunidad y el poder se protegen entre sí. Primero, las elecciones judiciales del 1° de junio: un proceso atropellado, controlado por el poder político, sin competencia real ni condiciones mínimas de transparencia. Más que elegir a los mejores perfiles, se premia la cercanía con estructuras partidistas. La justicia no se sortea, y mucho menos se improvisa.
Segundo, el caso de Arturo Ávila, vocero de Morena, revela un preocupante cruce entre poder político y negocios opacos. Su empresa vendió vehículos militares al gobierno de Bukele por 2.6 millones de dólares, mientras presume una lujosa residencia en California. Todo esto ocurre bajo un discurso oficial de austeridad.
Finalmente, tras tres años, comienza a vislumbrarse justicia en el caso de Cecilia Monzón. La condena por violencia familiar contra su agresor es un paso, aunque insuficiente. La impunidad sigue siendo la regla.
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