Por Florencia González
El 5 de octubre de 2020 Carmina salió de su casa con el uniforme blanco que había estado guardado seis meses desde que el Hospital General de Torreón la incapacitó al inicio de la pandemia por tener una afectación en sus pulmones. Carmina quería tener una oportunidad para ser considerada cuando se asignaran las nuevas plazas del Insabi que había anunciado el gobierno federal. Tenía cinco años trabajando como enfermera eventual en espera de esa plaza.
Dos meses antes, la jefa de enfermería del hospital le había avisado que ella y todos los médicos y enfermeras que habían sido incapacitados al principio de la pandemia por edad o por tener comorbilidades debían regresar a laborar: o volvía al hospital o la despedían. Sus hijos cuentan que aunque logró aplazar su regreso mediante vacaciones, ella creyó que su deber era estar en el hospital y atender recién nacidos en la sala de Tococirugía. Su destino era regresar al trabajo aunque sabía que podía morir.
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