La empatía con la corrupción

Lorenzo León Robles

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La corrupción es uno de los principales problemas en el país, por lo menos así lo piensa la población mexicana. Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad y el equipo de encuestas de Reforma organiza cada año la Encuesta MCCI - Reforma sobre la corrupción en el país. La primera pregunta a la ciudadanía pregunta cuál es el principal problema que afecta al país. No es de extrañar que después de las elecciones presidenciales de 2018, donde uno de los pilares clave de la campaña del ganador y actual presidente Andrés Manuel López Obrador fue el combate a la corrupción, la ciudadanía tuviera muy presente a la corrupción como el segundo problema más importante en el país. Desde entonces, la preocupación por la corrupción ha disminuído y problemas perennes como la inseguridad, o temas coyunturales por la pandemia como la salud y luego la economía han cobrado más importancia.

La corrupción es el tercer problema más importante del país, y en 2019 era el segundo. Entre las muchas explicaciones para entender por qué disminuyó su importancia, exploramos dos que tienen implicaciones serias. La primera se enfoca en la palabra problema. Es decir, la forma en la que la población mexicana responde la pregunta está ligada a aquello que les afecta más: en el país, por ejemplo, la inseguridad tiene muy grandes efectos en el día a día de las personas y por eso siempre se presenta como el principal problema del país. El cambio en la preocupación por la corrupción, entendido así, significaría que, para la población, hay menos corrupción.

Ante los ojos de la ciudadanía, esto no parece ser el caso. En la gráfica anterior, vemos que menos de un cuarto de la población (promedio de 23% entre 2019-2022) cree que la corrupción ha disminuído, y este porcentaje no ha cambiado en los últimos cuatro años. Incluso, en términos del desempeño de la administración actual, más de la mitad de los mexicanos (56%) piensa que lo está haciendo regular o peor, como podemos ver en la siguiente gráfica.

Aun si la situación no estuviera tan mal, en la siguiente gráfica vemos que la mayoría de la población (42% en 2022) piensa que ésta seguirá empeorando, lo cual, comparado a las mediciones tomadas al inicio de la administración actual (25% en 2019), habla de una pérdida de esperanza en mejorar tanto la corrupción como la impunidad asociada a ella.

La segunda explicación se enfoca en la percepción. Es decir, independientemente de si hay más o menos corrupción en el país, tal vez a los mexicanos no les parece tan importante. Revisando los datos, encontramos que hay un grupo en particular que le da más importancia al tema y que confía menos en las instituciones que combaten la corrupción: aquellos que la han sufrido. También importante, es el grupo que tal vez no ha sido víctima directamente, pero que tiene un familiar o conocido que sí; este grupo también está más preocupado por la corrupción en el país. El grupo restante, el que no considera a la corrupción como un tema de tanta importancia, que confía más en las instituciones y en las acciones del gobierno para combatirla, parece priorizar otros temas en la agenda pública en la medida que la corrupción no lo afecta directamente (o a sus familias).

El cuestionario incluye 8 preguntas asociadas a la incidencia de actos de corrupción o abuso de autoridad, ya sea en los encuestados o en familiares o conocidos. Si categorizamos estas preguntas podríamos dividirlas en dos y crear un indicador de la cercanía o relación que tiene la población a actos de corrupción o abuso de poder.

La siguiente tabla muestra cómo se comporta el nuevo indicador. Hay que aclarar que cualquier respuesta positiva en las preguntas de afectación cercana hace que el conjunto sea considerado como positivo.

Una vez dividida así la encuesta, vemos cómo se distribuye la población en 2022. Si solo consideramos el porcentaje de la población que directamente ha sufrido un acto de corrupción encontramos que representan alrededor del 14% de la población. De aquellos que han sufrido personalmente, 84% también reportan familiares o conocidos afectados. De aquellos que no han sufrido personalmente, 36% reportaron que sí tienen familiares o conocidos afectados. Lo más preocupante es que sólo 55% de la población dice que ni ellos ni sus conocidos han sufrido actos de corrupción o abuso de autoridad.

Durante los últimos años, también podemos ver un movimiento en estos porcentajes. En primer lugar, en 2020 y 2021, los años más difíciles de la pandemia, el porcentaje de personas que sufrieron personalmente un acto de corrupción, disminuyó a 10%; pero este último año regresó a los niveles de 2019. En segundo lugar, el porcentaje de personas que no tiene relación con un acto de corrupción ni personal ni en sus conocidos ha aumentado constantemente, pasando de 51% a 55% de 2019 a 2022.

Si revisamos cuáles son los principales problemas entre los encuestados por grupo, podemos ver un efecto interesante. Aquellos que personalmente han sufrido actos de corrupción son los que más lo eligen como el problema principal (21%). Cuando al encuestado no le ha pasado, pero sí ha escuchado de un familiar o conocido que fue víctima de tales situaciones, el 14% piensa que la corrupción es el principal problema en el país. Finalmente, aquellos a quienes ni les ha pasado ni sus familiares han sido afectados son quienes menos lo eligen con solo 13%. Mientras más personal sea la afectación por un acto de corrupción, los encuestados tienen más interés en el tema. Un efecto curioso, sin embargo, es que para aquellos que han sido afectados personalmente y en su círculo cercano, la corrupción se convierte en el segundo problema más importante en el país. Tal vez por las implicaciones sociales de saber que mucha gente está siendo afectada.

Además de la preocupación por el tema, las víctimas de actos de corrupción tienen también más desconfianza de los actores políticos y perciben mucha mayor corrupción en las instituciones del estado. La siguiente gráfica nos muestra el porcentaje de encuestados que piensan que hay mucha corrupción en varias instituciones públicas o privadas. Lo que más impacta es cómo mientras más lejanos son los actos corruptos de los encuestados también mejora la percepción de las instituciones. Dicho de otra forma, las personas piensan que hay más corrupción en las instituciones públicas si han sido víctimas directas, lo que podemos observar en la siguiente gráfica.

La siguiente gráfica muestra lo mismo, pero cuando los encuestados evalúan la honestidad o corrupción de distintos actores políticos. El cambio más drástico es con el presidente de la república: 75% de las personas, que ni ellas ni sus familiares han sufrido un acto de corrupción, piensa que el presidente es honesto; cuando sí han sufrido corrupción, sólo la mitad piensa que es honesto.

En este ejercicio, no buscamos responder por qué ha disminuido la importancia de la corrupción en la población. Una posible explicación es por la falta de mejoras en su combate. Revisando los números de incidencia, sólo 14% de la población se ha percibido como víctima de un acto de corrupción y es exclusivamente en este grupo donde vemos un efecto de más preocupación por la corrupción. El otro grupo (86% de la población), que es la mayoría, simplemente no la ve como un problema. Es curioso notar que también el 85% de la población está convencida que en el país se llevan a cabo actos de corrupción con frecuencia (Frecuentemente 46% / Muy Frecuentemente 39%). Esta impresión no ha mejorado en los últimos años y tal vez es esta desilusión la que ha llevado a una apatía por la corrupción como un problema nacional capaz de cambio.

En términos de política pública, nos preguntamos ¿qué tan fácil es disminuir la frecuencia de estos actos? De las 7 preguntas sobre tipos de mordidas o sobornos que sufren los familiares o conocidos, varias hacen referencias a trámites o interacciones con el gobierno que son relativamente frecuentes. Los proyectos de digitalización y automatización de trámites de gobierno han tenido éxitos importantes en Europa1 y Africa2. En México, a pesar de la existencia de proyectos similares, existen imponentes barreras a su implementación.3

La gran desgracia de la corrupción es que la ciudadanía sólo puede ver las fallas superficiales de la rendición de cuentas. Las mordidas, los favores y el clientelismo son a penas la punta del iceberg. Este tipo de corrupción se conforma en su mayoría por cómo los ciudadanos crean sus evaluaciones sobre ser o no víctimas de corrupción. Pero, en realidad, todos los ciudadanos son víctimas de la otra corrupción: una corrupción invisible que es mucho más dañina. Aquella que, si es que se descubre, nada más es posible conocerla después de los hechos, tal vez en un escándalo mediático. Con la Encuesta MCCI - Reforma 2022 nos damos cuenta que la ciudadanía se preocupa más por la corrupción cuando es víctima “evidente” de ella. Si la corrupción fuera más visible, si las personas se considerarán víctimas de esos actos de corrupción, de todas formas, la corrupción sólo sería el segundo problema más importante en el país.

  • 1 Androniceanu, A., Georgescu, I., & Kinnunen, J. (2022). Public administration digitalization and corruption in the EU member states. A comparative and correlative research analysis. Transylvanian Review of Administrative Sciences, 18(65), 5-22.
  • 2 Ouedraogo, Rasmané, and Mr Amadou N. Sy. Can Digitalization Help Deter Corruption in Africa?. International Monetary Fund, 2020
  • 3 Ugalde, Vicente. "Sobre la digitalización de trámites administrativos en la transición al" e-gobierno"." Gestión y Política Pública, volumen XIII, número 1, 1er semestre de 2004, pp 41-80 (2004).