En los últimos días se dieron algunos debates sobre la posible salida de México en las evaluaciones internacionales de PISA. Para quienes tenemos particular interés en la mejora de educación y de los procesos de evaluación, antes de celebrar la continuidad de esta evaluación en un futuro próximo, en la medida en que las condiciones sanitarias lo permitan, vale la pena reflexionar sobre qué ganamos o en su defecto, qué perdemos al administrar estas pruebas en nuestro país.
¿Qué nos dice PISA?
PISA se enfoca en aquellas habilidades que son consideradas como relevantes y predictoras del éxito futuro de los estudiantes, ya sea que continúen con sus estudios en posteriores niveles educativos o deban iniciar su vida laboral, por lo que, la información obtenida a partir de estas pruebas se centra en identificar las fortalezas y debilidades de los sistemas educativos nacionales y, sobre todo, intenta detectar los factores asociados al desempeño educativo. Además, al evaluar el nivel de competencia de los estudiantes —en comparación con los de otros países participantes— sientan los precedentes para un diálogo internacional que permita la colaboración entre los países en temas educativos. Así, una ventaja de continuar con la aplicación de PISA es que nos da un referente internacional que permite al Estado mexicano fijarse metas de largo aliento susceptibles de concretarse en acciones de política pública educativa.
Los datos de los resultados de México, desde su primera aplicación hasta la de 2018 en las asignaturas que se evalúan: comprensión lectora, matemáticas y ciencias, han sido siempre públicos y se presentan en la siguiente gráfica:
Gráfica 1. Tendencias en México en comprensión lectora, matemáticas y ciencias
PISA 2000-2018
En dicha gráfica, destaca que, contrastando la primera y última medición, la asignatura en donde se observan cambios positivos y estadísticamente significativos es en matemáticas. Asimismo, la OCDE reportó que:
A pesar de que existe esta estabilidad general oculta tendencias más positivas entre los estudiantes de competencias más bajas. El puntaje alcanzado por al menos un 90% de los estudiantes en México (percentil 10) aumentó, en promedio, en aproximadamente 5 puntos por cada período de 3 años en cada una de las tres áreas (lectura, matemáticas y ciencias). Como resultado de las mejoras entre los estudiantes de bajas competencias en matemáticas y ciencias, las brechas en el rendimiento entre los estudiantes de mayor y menor rendimiento en estas dos materias se redujeron con el tiempo.
Así es que, aun cuando se observen cambios marginales en la escala durante casi dos décadas, es relevante saber que en matemáticas hay progreso —aun cuando sea pequeño— lo que invita a reflexionar sobre lo que se está haciendo bien y, por supuesto, aquello que obligadamente debemos cambiar o fortalecer.
En otras palabras —ciertamente— llevamos casi dos décadas con resultados por debajo del promedio de los países que aplican la prueba (500 puntos en la escala de PISA) de tal forma que el sentido común nos lleva a pensar que, de administrarse las pruebas, los resultados serían nuevamente por debajo del promedio, ¿qué tanto? No lo sabremos hasta que se administre y salgan los resultados públicos y, aunque la prueba no está hecha con esos propósitos, por el ranking que típicamente se publica, sabremos también qué países quedan por debajo de México, por arriba de la media y, más aún, cuáles son países que encabezan los primeros lugares de las puntuaciones en la escala.
Pero me permito establecer otra pregunta que resulta incluso más pertinente: ¿qué tanto cambiaron los resultados de México, con respecto a sí mismo? Ahora más que nunca necesitamos contar con información sólida que nos permita hacer inferencias válidas que favorezcan el fortalecimiento de los pilares educativos en nuestro país y tener una medida de cambio con respecto a nuestros propios resultados y nos aporte elementos para la toma de decisiones con mayores certezas.
Si bien es cierto que en todo el mundo la pandemia debida a la covid-19 ha sido la causa de cierres totales o parciales de los centros escolares y con amplias diferencias en la temporalidad, el efecto en el desempeño formal académico de los estudiantes también presentará diferencias. En México, la situación ha llevado al cierre de los planteles escolares durante más de un año natural, afectando la conclusión del ciclo escolar anterior y el actual previsiblemente llevado en su totalidad a distancia en casi todo el país. Por lo anterior, ha sido necesario en los distintos niveles educativos reformular y flexibilizar los objetivos de aprendizaje considerando incluso la disposición de recursos materiales, educativos y tecnológicos con los que cuenta la población a lo largo del territorio nacional. Esta pandemia también ha hecho más evidente la desigualdad de condiciones en las poblaciones y —probablemente — se han ampliado las brechas educativas.
¿Qué nos aportó Planea?
Adicionalmente a las pruebas Pisa, en México se diseñaron las pruebas Planea[1] (en el extinto INEE), a partir de la experiencia de sus antecesoras pruebas EXCALE. Las pruebas Planea también han contribuido a aportar información relevante sobre el estado que guarda la educación en México, con la ventaja de darla a nivel nacional y también para cada una de las entidades del país y algunos dominios de interés (por ejemplo, en primaria se distinguen las diferencias obtenidas por el tipo de escuela: indígena, comunitaria, general pública o privada).
Estas pruebas de evaluación del sistema educativo nacional nos permitían conocer pequeños avances en subpoblaciones. Para ejemplificarlo me referiré a la presentación que llevó a cabo en noviembre de 2018 la Dra. Teresa Bracho, en esos momentos Consejera Presidente del INEE. Los resultados fueron sobre Planea 06, en donde, a nivel nacional hubo un incremento muy pequeño de las puntuaciones obtenidas en 2015 con respecto a 2018; sin embargo, las diferencias no fueron estadísticamente significativas entre las mediciones de lenguaje y comunicación (500, 501 respectivamente) y matemáticas (500, 503 respectivamente). Aunque parezca decepcionante, era de esperarse que los movimientos en la mejora educativa a nivel nacional fueran tal cual, es decir, marginales o mínimos en el periodo de tiempo entre ambas aplicaciones. Para comprender mejor este enunciado habría que imaginarse lo que representa movilizar en pro de la mejora a todo el sistema educativo en una misma dirección (asumiendo previamente los consensos en el currículo): 32 entidades, distintos tipos de escuelas, miles de planteles, docentes y figuras directivas; millones de alumnos y, por supuesto, miles de familias y actores sociales involucrados en este entramado educativo. Eso sin mencionar las distintas condiciones económicas, regionales, culturales y educativas (por mencionar algunas) que representan la realidad de la población mexicana. Complejo, ¿verdad?
Pero entonces, considerando la dirección deseada en la mejora de la calidad educativa, ¿qué debemos hacer para saber si hay cambios significativos? La pista sobre lo que hay que hacer se dio en esa misma conferencia: es indispensable mirar a las subpoblaciones en donde los pequeños pero significativos cambios se están gestando. Observemos, por ejemplo, “La diferencia en los resultados entre hombres y mujeres en ambos campos formativos es favorable a las mujeresde manera significativa. En lenguaje la diferencia es de 29 puntos y en matemáticas de 8 puntos. Esta tendencia se observó desde 2015 y se amplió ligeramente en 2018”. Resultados Nacionales PLANEA 2018
Con base en estos datos, algo bueno está ocurriendo con la educación de las niñas mexicanas que han mejorado su desempeño académico en lenguaje y comunicación y matemáticas y, para que ese movimiento sea significativo a nivel nacional debe existir un enorme esfuerzo y cambio cultural por apoyar su desarrollo académico. ¿Qué están haciendo en las familias, aulas, escuelas y entidades para que se refleje en el dato nacional? Bienvenidos los estudios educativos con perspectiva de género que especialistas en el área nos ayuden a comprender estos datos.
Y después de la era de la covid-19, ¿qué sigue?
Es claro que tanto PISA como Planea han contribuido a la comprensión de los procesos educativos en nuestro país, así como a la cultura de la evaluación y mucho podrán seguir aportando con los nuevos retos que tenemos en la actualidad y que se antojan complejos para un futuro próximo, derivados de los cambios abruptos que ha impuesto la era de la covid-19.
La vida no es ni seguirá siendo la misma a partir de la pandemia y eso trastoca la educación en todos los niveles. Sin duda el sector salud y educativo han sido los más afectados durante esta crisis sanitaria, pero como característica del gremio educativo, la creatividad se ha dejado ver de múltiples maneras y ha permitido que muchas maestras, maestros, directivos, estudiantes, padres de familia, entre otros actores involucrados en los procesos de enseñanza-aprendizaje, hayan sorteado los grandes retos que ha representado este encierro obligado. Por otra parte, también es evidente la necesidad de implementar nuevas estrategias y métodos de enseñanza, así como diversificar los recursos empleados para lograr un aprendizaje significativo en los alumnos, mismos que se reflejen en distintas evaluaciones más allá de PISA y Planea.
Bajo un enfoque más dinámico, la evaluación también está obligada a reinventarse y ser más sensible a la instrucción y las múltiples trayectorias de formación académica que pueden derivarse del desempeño de los alumnos, aportándole al docente elementos que le faciliten darle seguimiento a sus estudiantes, ya sea para fortalecer contenidos, detectar áreas de oportunidad o bien para presentarles nuevos retos; en cualquier escenario se trata de fomentar en ellos la creatividad, el gusto por el aprendizaje y la autonomía.
Por lo anterior es fundamental mirar los procesos de evaluación para la educación como sistemas dinámicos que nos permitan acceder a información actual, integral, holística, diagnóstica y formativa y con base en dichos sistemas identificar oportunamente grupos de población en donde se puedan observar cambios, ya sea para aprender de las buenas prácticas pedagógicas o bien, grupos que por distintas razones sea particularmente necesaria la intervención y el apoyo integral de la sociedad en pro del desarrollo y bienestar de la población estudiantil.
Laura Delgado Maldonado
Especialista en diseño y desarrollo de instrumentos de evaluación educativa, profesionista independiente.
Esta entrada es una colaboración entre Distancia por tiempos y Desarmar la corrupción
[1] En el programa de evaluación de Planea se incluyeron un conjunto de pruebas basadas en tres modalidades distintas: Evaluación del logro referida al sistema educativo nacional (ELSEN); Evaluación del logro referida a los centros escolares (ELCE) y; Evaluación diagnóstica censal (EDC). No nos detendremos a describir cada una de estas modalidades, pero sin duda el lector podrá buscar información disponible e inferir el enorme esfuerzo de coordinación y colaboración interinstitucional entre la SEP y el INEE que, junto con las autoridades educativas estatales y las comunidades escolares hicieron en su momento.