La palabra “corrupción” es la segunda más usada por el presidente Andrés Manuel López Obrador en sus conferencias matutinas, sólo después de la palabra “pueblo”. En el podio López Obrador insiste en que su gobierno va a acabar con la corrupción. Su método: investigar y castigar a los involucrados, desde los mandos más altos hasta los más bajos, como quien barre una escalera. Los hechos lo contradicen. En más de dos años de gobierno López Obrador ha conservado la aceptación de los ciudadanos, pero ésta lo desfavorece cada vez más respecto al desempeño de su gobierno en materia de corrupción. ¿A qué se debe? Como sucedía en sexenios anteriores, los corruptos se mantienen en el primer círculo del presidente y sin castigo. La falta de ética entre los que gobiernan erosiona la vida pública del país. Quien lea encontrará en las siguientes páginas una historia mínima de la corrupción tolerada por este gobierno. María Amparo Casar analiza las debilidades de la política anticorrupción que existe ahora y las consecuencias de la falta de transparencia gubernamental. Sergio López Ayllón y Pedro Salazar Ugarte reflexionan sobre la prevalencia de impunidad en el país. Leonardo Núñez González hace un recuento del dañino uso discrecional del presupuesto en esta administración. Ricardo Alvarado, Rosa Castañeda, Leonardo Núñez y Leonor Ortiz Monasterio compilan algunos casos de corrupción donde los protagonistas son funcionarios de primer nivel o personas cercanas al presidente. Al final, la Unidad de Investigación Aplicada de Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad propone acciones concretas para ayudar a que México deje de ser corrupto. Además, en la edición electrónica de este número se publica el anuario de corrupción del 2020.