El Presidente, que prometió una verdadera democracia y que se vanagloria de por fin haberla instaurado, tiene al país catalogado como una democracia débil y en retroceso. Esto es lo que se desprende del Informe Latinobarómetro 2023.
El informe muestra que América Latina sufre de esa enfermedad llamada recesión democrática: “El declive y vulnerabilidad a la que han llegado los países de la región después de una década de deterioro, continuo y sistemático, de la democracia”.
La recesión se expresa en el “bajo apoyo que tiene la democracia, el aumento de la indiferencia al tipo de régimen, preferencia y actitudes a favor del autoritarismo, el desplome del desempeño de los gobiernos, y el desplome de la imagen de los partidos políticos”.
México contribuye de manera importante a este ominoso panorama para la democracia. En prácticamente todos los indicadores nos colocamos de la media para abajo y con una tendencia decreciente, sobre todo en el aprecio de la democracia.
Si, en promedio, sólo 48% de la población de los países de América Latina apoya la democracia, en México ese porcentaje baja a 35%. Peor aún, en tan sólo un periodo de tres años (2020 a 2023) se ha producido una disminución de 8 puntos porcentuales.
Aunque usted no lo crea, México encabeza a los países en los que su población dice que, en ciertas circunstancias, puede ser mejor un gobierno autoritario, con 33% de la población compartiendo esta opinión. Un aumento de 11 puntos respecto a 2020, cuando 22% estaba de acuerdo con esta postura. Súmele a ello que 28% de la población es indiferente al tipo de gobierno.
Entre otras cosas, Latinobarómetro identifica cuatro características que debilitan o trasgreden las democracias: presidencias interrumpidas, mandatarios interinos, personalismo y corrupción.
México se salva en dos y comparte dos. No hemos tenido presidencias interrumpidas ni mandatarios interinos. A diferencia de muchos países latinoamericanos, en México ningún presidente después del maximato (1928-1934) ha tenido que dejar la Presidencia anticipadamente, nunca se han suspendido las elecciones, no se ha suspendido el orden constitucional y no ha habido golpes de Estado.
Lo que sí compartimos son el personalismo y la corrupción, que son dos de los factores que mayormente explican el retroceso de la democracia. En ambos somos campeones. Un personalismo superlativo y una corrupción rampante.
Otra particularidad que señala el informe y, por primera vez en décadas, es que: “Hay que observar detenidamente a México en un momento donde su presidente, Andrés Manuel López Obrador, intenta modificar las leyes que rigen las elecciones para mejorar las opciones de su partido”.
Evidentemente, el informe fue escrito antes de que la Suprema Corte dictara la inconstitucionalidad de la reforma que pretendía aterrizar esta iniciativa electoral aprobada por las dos cámaras con la mayoría del partido del Presidente y sus aliados. El proyecto quedó malogrado pero, de haberse cumplido la voluntad presidencial, nos habríamos colocado entre los países cuyos mandatarios buscan quedarse en el poder cambiando las reglas y haciendo elecciones amañadas para mantener la categoría de “democracia”.
Sin embargo, se mantiene la idea de que “la corrupción tuerce el poder del voto al intervenir en las campañas electorales… y que con enormes sumas de dinero provoca una competencia desleal”. Peor aún, estamos cerca de la descripción de lo que pasó en las elecciones de Guatemala en donde, en las elecciones de este año, se eliminó a los tres candidatos más competitivos contra el oficialismo en una afrenta abierta de la integridad de la elección y un gesto evidentemente autoritario.
En México, no son tres a los que se quiere deponer, pero sí a la aspirante presidencial más fuerte de la oposición, a la que un diputado y un integrante del partido en el poder ya han demandado judicialmente, sin pruebas sólidas y utilizando de manera ilegal el aparato fiscal del Estado.
La buena noticia es que, en total, desde 2018 ha habido 17 alternancias en el poder donde la oposición se ha convertido en gobierno. La mala, es que estas alternancias se han traducido en más de lo mismo. Siguen abusando del poder, ambicionan cancelar los contrapesos, intentan quedarse en el poder, mantienen la idea de gobierno como botín político y, encima, no han sido capaces de responder a las demandas de la gente. De ahí que 61% de la población mexicana no esté satisfecha con el funcionamiento de la democracia.
Quizá las dos conclusiones más importantes del informe sean que las naciones de América Latina han despreciado la institucionalidad haciéndose presa del personalismo y que las elecciones pueden dar lugar a dictaduras. De ahí el término de electo-dictaduras civiles.
Nota publicada en Excélsior: https://www.excelsior.com.mx/opinion/maria-amparo-casar/las-electo-dictaduras-civiles/1599743