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La música también suena en los paraísos fiscales

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Las regalías correspondientes a miles de clásicos musicales se esconden en offshore sin pagar impuestos.

13 noviembre 2017

Al escarbar en los registros de paraísos fiscales aparece una larga lista de bienes: inmuebles, efectivo, compañías multinacionales que desplazan sus ganancias a jurisdicciones de bajo nivel impositivo, obras secretas de Picasso y otros artistas, autos antiguos, yates y aviones.

 

Pero, ¿recuerdos musicales? ¿Las canciones que bailamos hasta el amanecer en la boda de nuestro familiar más cercano? ¿El último éxito que cantaste a todo volumen una y otra vez en tu automóvil, con las ventanillas abajo, mientras recorrías las calles de la ciudad o esa tonada pegajosa del verano en la playa? ¿Por qué están en paraísos fiscales?

 

Por exactamente la misma razón que los demás activos emigran a los paraíso fiscales: beneficios impositivos. Esquivar impuestos ayuda a incrementar las ganancias por la propiedad intelectual —patentes, derechos de autor, marcas registradas y secretos comerciales—, así como de otras participaciones.

 

Documentos de Appleby —despacho de abogados que tiene una de sus sedes en la isla de Jersey, localizada en el Canal de la Mancha— incluyen un archivo de derechos de publicación musical, un caudal de regalías pendientes de cobrar por música de artistas como Sheryl Crow, Duke Ellington, John Denver —con su famoso sencillo “Country Roads”— y Chubby Checker.

 

Hasta el 2014 este diverso catálogo musical estuvo en manos de una compañía registrada en la isla de Jersey y originalmente manejado por otra compañía registrada en Irlanda. ¿Por qué Jersey? Su tasa de impuesto corporativo es cero.

 

Los derechos musicales han retenido su valor a pesar de las transformaciones en la industria musical, las cuales han erosionado el valor de los derechos de autor correspondientes, provocando caídas aceleradas en las regalías por la venta de vinilos y discos compactos.

 

El lenguaje universal

“El mercado de catálogos musicales está prosperando entre inversionistas internacionales que esperan ingresos relativamente confiables en el futuro”, dijo Chris Hayes, economista de la consultora Enders Analysis, especializada en la investigación en telecomunicaciones, entretenimiento y medios de comunicación.

 

Los derechos editoriales generan ingresos a partir de un conjunto de fuentes diversificadas, tales como la concesión de música a gimnasios, bares e incluso servicios de melodías en los teléfonos, entre otros.

 

Esto ha atraído a nuevos inversionistas institucionales, incluyendo fondos de pensiones. Y, al igual que el resto de los dueños de otros valiosos productos, los propietarios de derechos autorales han buscado maximizar su valor, ocultando el dinero que genera la música en lugares donde las ganancias circulan libres de impuestos.

 

No es ninguna sorpresa que los editores musicales busquen irse a sitios offshore. “En la estructura global de la industria musical, las leyes nacionales varían mucho entre países”, explica Luiz Augusto Buff, especialista brasileño en esta industria. “Pero los usuarios son globales por lo que, con tantas transacciones internacionales, es lógico intentar encontrar una estrategia impositiva más eficiente”.

 

Si el dueño lo maneja correctamente, los catálogos musicales pueden ser verdaderos generadores de dinero. “La industria editorial de música genera un aproximado de 6,000 millones de dólares anuales a nivel internacional”, de acuerdo al análisis realizado por el Berklee College of Music’s Music Business Journal en 2015.

 

Cada vez que una canción suena en la televisión o en una película, en un videojuego, en el internet o se vende como partitura, los dueños de los derechos cobran.

 

La canción de 1976, “Disco Inferno” de The Trammps, fue la más rentable del catálogo de Jersey en 2009 y 2010, produciendo regalías por más de 600,000 dólares.

 

La compañía de Jersey poseedora de dicho catálogo es propiedad de First State Media Works Fund I, quien atrajo inversiones provenientes de planes de pensiones en Norteamérica, Europa y Australia. Esta empresa creó, a su vez, la subsidiaria FS Media Holding Company Limited, en Jersey, como un vehículo de inversión, el cual era manejado por First State Media Group Limited (FSMG), en Irlanda, actuando como editor, el equivalente a un sello musical para compositores.

 

El Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ, por su sigla en inglés) contactó a Steve McMellon, ex director ejecutivo de FSMG y actual director general de Southern Crossroads Music, pero no respondió a las recurrentes peticiones de entrevista.

 

La subsidiaria se estableció en 2007, específicamente para adquirir derechos musicales. En julio de 2009, la compositora y cantante estadounidense Sheryl Crow vendió los derechos a 153 canciones, escritas entre 1993 y 2008, a la compañía de Jersey por aproximadamente 14 millones de dólares. La venta incluyó los grandes éxitos que encabezaron las listas de popularidad “All I Wanna Do” y “My Favorite Mistake.”

 

Sheryl Crow no respondió a la petición para comentar sobre el tema.

 

En abril de 2010, FSMG, la compañía irlandesa que maneja el catálogo, fue adquirida por la compañía mediática del Reino Unido Chrysalis PLC por aproximadamente 16.8 millones de dólares. La compra no incluyó el catálogo. La sociedad saliente fue adquirida por Bertelsmann Music Group, poco menos de un año después por 168.6 millones de dólares. Steve Redmond, director de comunicación de BMG, dijo que el catálogo sí se le ofreció a la empresa, pero no lo adquirió. “Simplemente heredamos una compañía que tenía un acuerdo para manejar esos activos en representación de sus dueños”.

 

A la larga, el catálogo propiedad de First Media se convirtió en una colección de 26,000 canciones de las últimas siete décadas.

 

Un fracaso en paraíso fiscal

La compañía de Jersey continuó ganando dinero con las regalías de las canciones “Day Dream”, de Duke Ellington, “Get Up Stand Up” de Bob Marley, “Nobody’s Home” de Avril Lavigne, “Because of You” de Kelly Clarkson, entre otras. Entre 2010 y 2012 produjo, en promedio, 4.6 millones de dólares anuales por regalías.

 

Y en una evaluación de 2013, escrita para su venta en el futuro, el catálogo se describió como “uno de los más grandes inventarios de derechos de autor disponibles en el mercado hasta fechas recientes”.

 

La revisión del fondo, detrás del catálogo musical, realizada por la consultora KPMG también mencionó sus ventajas impositivas.

 

Durante el primer semestre de 2012, el 68% de las regalías ganadas por la editorial después de pagar a escritores, entidades de gestión de derechos de autor como la Sociedad Americana de Compositores, Autores y Editores (ASCAP, por su sigla en inglés) y Broadcast Music, Inc. (BMI), comisiones y otros cargos, provino de los Estados Unidos. Sin embargo, de acuerdo a KPMG, el fondo, una sociedad de responsabilidad limitada en Inglaterra, no pagó impuesto alguno en el Reino Unido ni estuvo sujeto al impuesto federal sobre la renta en Estados Unidos. Tampoco hubo retención de impuestos asociados al catálogo.

 

“Hemos considerado la posición de la estructura impositiva de la Compañía como una estructura impositiva en offshore, conforme la cual no aplica el pago de impuestos sobre la renta generada por el catálogo”, observó la auditora.

 

KPMG rechazó comentar los detalles sobre estos reportes, pero subrayó que “no fueron preparados con motivos impositivos, sino como base para la valuación de ciertos activos a ser incluidos en los estados financieros de la compañía”.

 

A pesar de esos ahorros, las cosas no se veían bien para la venta del catálogo. Ganar dinero requiere también buena mercadotecnia.

 

Un análisis anterior realizado por la consultora PriceWaterhouseCoopers (PwC), en 2011, concluyó que el portafolio perdió más de la mitad de su valor en tan sólo un año: de 153 millones en 2009 a 75 millones de dólares en 2010.

 

El análisis de KPMG de 2013 confirmó el declive en el valor de los activos del catálogo, subrayando que la caída más significativa correspondió a las canciones de Sheryl Crow, las cuales sufrieron una desaceleración del 24 por ciento. “Los cambios en propiedad… a lo largo de los últimos tres años han resultado en falta de publicidad del Catálogo y, en consecuencia, los derechos de autor han sido subexplotados”, explicó un mensaje en 2013 para atraer inversionistas.

 

Los documentos muestran que el fondo enfrentaba dificultades para saldar los 19 millones de dólares que aún debía al Royal Bank of Scotland por un préstamo otorgado en 2009. El catálogo finalmente se vendió en 2014 a Reservoir Media Management, Inc., quien rechazó comentar al respecto. La compañía, una editorial de música independiente con sede en la ciudad de Nueva York, pero incorporada en el estado de Delaware, lo adquirió por 38 millones de dólares, aproximadamente un cuarto de su valor de hace cinco años.

 

 

 

* Traducción al español realizada por Univision Noticias para el resto de socios de ICIJ.

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