Mi compañero de páginas, Leo Zuckermann, acertó la semana pasada cuando dijo que el abordaje de la tragedia de Acapulco retrata perfectamente bien lo que es y ha sido el gobierno de López Obrador: militarismo, centralismo, clientelismo y polarización.
Estas mismas características están plasmadas en un presupuesto a la medida y gusto del Presidente.
El militarismo no sólo se ve en las calles. Ninguna democracia que se precie de ser tal, ha puesto en manos de las Fuerzas Armadas tantas tareas que pertenecen al ámbito civil.
No hablo, o no sólo hablo, de la seguridad y el combate al narcotráfico. Hablo del espacio aéreo, de los aeropuertos bajo su mando, de la nueva línea aérea, de la obra pública, de las aduanas, de los puertos, de la banca estatal, del reparto de programas sociales…
Por si hubiese duda, ya tenemos aprobado el presupuesto en lo general para 2024. Increíblemente, el Presidente se burla de que en sexenios pasados se aprobaba por unanimidad. Para mí era muestra de que el partido del Presidente y la oposición se sentaban a deliberar, a negociar y a llegar a acuerdos. La unanimidad producto de esos acuerdos ahora es sustituida por la unanimidad de la bancada del Presidente y sus incondicionales. Esa unanimidad sí le gusta al Presidente. A la Sedena se le aumentó 132%; a la Marina 41.7%, y a Seguridad y Protección Ciudadana, que tiene bajo su responsabilidad a la Guardia Nacional, 5.5 por ciento. El gasto militarizado creció en tan sólo un año 72 por ciento.
El centralismo, un tema del que se ha hablado poco en términos de borrar todo concepto real de federalismo inscrito en la Constitución, ha retrocedido política y económicamente. Morena y aliados tienen hoy 22 gobiernos en su poder. Tres más de los que tenía el PRI cuando la primera alternancia en 2000. Económicamente, en el actual sexenio se ha castigado el gasto federalizado. Éste comenzó a incrementarse con Zedillo en 1997 y se disparó con Fox en 2001.
En el sexenio de López Obrador no ha hecho sino retroceder.
Vuelve a disminuir el presupuesto para las entidades federativas y municipios en 7 mil mdp (incluido Guerrero) y municipios. Principalmente, por reducciones a participaciones y aportaciones a fondos como el de infraestructura educativa e infraestructura social. Se crea un fondo de Fortalecimiento para el desarrollo de la infraestructura estatal, con el agravante de que no se incluyen reglas de operación y, por tanto, se podrá entregar y gastar discrecionalmente. Si en 2018 los estados y municipios recibían 34% del gasto total, ahora, en 2024, sólo tendrán 27 por ciento.
El clientelismo también tiene su expresión en el presupuesto. Las transferencias en efectivo del gobierno federal hacia la población han crecido año tras año. Si comparamos el presupuesto de 2023 destinado a subsidios, subvenciones y ayudas sociales con el aprobado para el 2024, éste crecerá en 163 mil millones de pesos, un aumento de 16 por ciento. Por sólo dar un ejemplo, el monto destinado a la Pensión para el Bienestar de Personas Adultas Mayores pasará de 4,800 a seis mil pesos bimestrales. Este aumento, junto con el crecimiento del padrón, significa que para 2024 habrá un incremento de 29.5% tan sólo en este programa (de 339 mil en 2023 a 439 mil millones de pesos en 2024). Esto ocurrirá, casualmente, en el año electoral.
La polarización que también es santo y seña de la administración de López Obrador quedará patente en la votación final del presupuesto. Ésta se traduce en el “nosotros” que tenemos la mayoría y decidimos sin negociar y “ustedes”, que no cuentan con los votos aun cuando sus propuestas pudieran ser útiles y se quedan con un palmo de narices. Quizá en esta ocasión sí se le mueva una coma al proyecto de presupuesto enviado por el Ejecutivo, pero será él mismo el que le mueva la coma. No será por una negociación que tome en cuenta el punto de vista de la oposición. Por ejemplo, en comisiones, Morena y sus aliados avalaron los recortes al INE y al Poder Judicial, pero no las propuestas de la oposición para el “fondo Acapulco”.
A las características señaladas por Zuckermann habría que agregar la de la concentración de poder que se está viendo en Acapulco y se expresa claramente en el presupuesto. Los recortes a los órganos autónomos demuestran una vez más la voluntad del Ejecutivo por debilitar los contrapesos. Como cada año, se reducen los recursos a estos órganos. La disminución no es menor: 13 mil millones de recortes al Poder Judicial y Legislativo, ASF, INE, Inai y Cofece.
Si ponemos todas las características juntas lo que tenemos es una mezcla perfecta de autoritarismo. Más dinero para clientelismo que no para desarrollo y oportunidades de movilidad, más para el militarismo que lleva a cabo funciones civiles, menos para los estados y menos, también, para el Poder Judicial y órganos autónomos. Mariana Campos, de México Evalúa, lo define de manera exacta y precisa: Inversión para el Estado autoritario.
Nota publicada en Excélsior: https://www.excelsior.com.mx/opinion/maria-amparo-casar/presupuesto-a-la-medida/1618481