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A inicios de octubre del 2014, Carlos Alcántara Botello de 26 años, abordó un taxi en el municipio de Chalco. Durante el trayecto, le pidió que se detuvieran en un cajero automático del cual retiró 6 mil pesos.
Después regresó y el taxista de nombre Farid comenzó a tomar una ruta distinta a la que le señaló. Minutos después se acercó una camioneta Ford Lobo, descendieron encapuchados, le quitaron su dinero, y el supuesto taxista se dio a la fuga.
Por lo anterior, Carlos se dirigió con el titular de la flotilla, Arturo Sánchez, y le exigió que le pagara los daños cometidos por su chófer. Arturo aceptó debido a que otros de sus clientes, ya se habían quejado de Farid.
Pero no le pagó, por lo que Carlos le exigió a Arturo el 18 de octubre vía telefónica que se hiciera responsable de los daños. Sin embargo, esta vez se insultaron; al final acordaron el pago.
A raíz de lo anterior, el señor Arturo acudió al Ministerio Público de Chalco para que fungieran como intermediarios durante el pago y dieran fe. Le pidieron firmar unos documentos que, según la autoridad, sólo se trataban de mero proceso, sin saber más detalles.
Después, el 20 de octubre, Carlos y él se quedaron de ver en un mercado Soriana de Chalco, en la colonia Conchita, para discutir el tema, así lo acredita la causa penal 1185/2014 en poder de la Silla Rota.
Esa tarde Carlos salió con su mamá María Botello de 52 años y una amiga de su madre, Anayelly del Razo de 28 años, para comprar calzado. Antes de ello, Carlos les dijo a ambas que pasaría rápido a un centro comercial para recoger un dinero que le adeudaba un amigo. Se bajó, se encontró con Arturo e ingresaron ambos a la fuente de sodas, donde minutos después le entregó 2 mil pesos.
Ambos salieron por distintas direcciones hacia el estacionamiento y al arribar a su automóvil, lo aprehendieron los agentes ministeriales identificados como Ascensión Hernández y Gabriel Galicia, quienes lo acusaron de tener una orden de aprehensión npor el delito de extorsión agravado.
Según Alcántara, primero se le cerró un auto con tres agentes, y luego llegó otra camioneta con más uniformados que sumaban alrededor de 15.
Junto a él se llevaron a su madre y a su amiga como coautoras al Ministerio Público acusándolos por la carpeta de investigación 302050631314. En las oficinas los agentes dieron su versión en la que dijeron que Carlos amenazó a Arturo.
“Ya sabes que somos de la Familia Michoacana al tiempo que se levantó un poco su playera mostrándole un cuchillo que traía fajado en su cintura del lado derecho por lo que él dijo que se calmara”.
Las evidencias que presentaron los agentes del Ministerio Público fue el testimonio de Arturo, un cuchillo de filo del supuesto extorsionador y su propia narración sobre los hechos en los que insistieron en la acusación.
Pese a que la defensa de Carlos insistió en que no había un video que probara la agresión y el propio Arturo aceptara que el Ministerio Público lo manejó de una manera irregular, el juez decidió vincularlo a proceso y para él inició un infierno.
Ministerio desarmado
La defensa de Carlos presentó 15 pruebas que demostraban su inocencia, además de 14 cartas de buena conducta. En las evidencias científicas una de las primeras fallas fue que los videos del centro comercial no coinciden con las declaraciones de los agentes ministeriales, por lo cual las acciones y las amenazas con un arma blanca quedaron descartadas.
Después, las conclusiones del perito en dactiloscopia, Raúl Sosa, señalaban en su conclusión en poder de LA SILLA ROTA y MCCI que “no hay huellas dubitables que se le atribuyan a Carlos Alcántara Botello. No existe huella dactilar en la parte del anverso y al dorso de la hoja del filo del instrumento punzo cortante como a su vez del manguillo que sostiene la hoja de filo moldeada tipo sierra”.
También, entre los testimoniales, el más importante es el de la supuesta víctima, el señor Contreras, quien respondió a las preguntas del contrainterrogatorio, lo siguiente:
—¿Usted supo cabalmente la denuncia que estaba firmando?
—No, porque me dijeron que la firma era un asunto de formalidad, por lo que no le di importancia.
—¿Usted sabe qué es extorsión?
—Cuando alguien amenaza a otro para poder obtener dinero.
—¿Lo han extorsionado alguna vez?
—No.
—¿Lo obligaron a acudir a ese lugar por medio de amenazas, agresión física o psicológica?
—No, yo fui por mi propio pie y voluntad a resolver un problema con Carlos Alcántara
—¿Carlos Alcántara le expresó el motivo por el cual le requería dinero?
—Sí, de hecho, ya habíamos convenido y yo había aceptado pagar porque acepté como justo y tampoco quería problemas que los haya provocado mi extrabajador con gente.
—¿Carlos Alcántara al momento de requerirle dinero le hizo mención de pertenecer a la Familia Michoacana o alguna organización delictuosa?
-No, ninguna mención
—¿Cuándo fue la entrega del dinero usted se percató de que Carlos Alcántara portara algún tipo de arma?
—No, no llevaba ninguna arma, ni cuchillo, ni ningún otro tipo
—¿En algún momento previo a la detención Carlos Alcántara le amenazó con un cuchillo?
—No, en ningún momento, de ninguna forma me amenazó.
Es decir, ninguna de las acusaciones presentadas por el Ministerio Público y aceptadas para vincularlo a proceso se acreditó. Carlos estuvo de todas formas en prisión preventiva y junto a ello no hubo ningún resarcimiento por el daño causado por la autoridad. Fue absuelto en febrero de 2017.
Pagador
Desde que salió de la cárcel la vida de Carlos cambió. Junto a su madre empezó a trabajar para una comitiva dentro de una escuela primaria, no obstante, sentía el desprecio de la comunidad; cuando caminaba en las calles, lo señalaban y rumoraban todo el tiempo sobre él, la gente se pasaba al otro lado de las aceras o se bajaban de los transportes públicos cuando lo veían.
“Salía de mi casa, y la gente me volteaba a ver con asombro, yo estaba en la banqueta, se pasaban al otro lado, inmediatamente yo respondía buenos días vecino, y no me saludaban, me llegó a pasar que gente del transporte se subían en la parte trasera, la gente me veía y no se subía a pesero. Sí había mucha discriminación, decían que era secuestrador, extorsionador, violador”, narra.
Ahora por las noches padece estrés postraumático, pues constantemente escucha entre sueños los golpes de candados que daban los custodios en los barrotes de las cárceles; también los chiflidos en señal de que algún interno se suicidó, de los llantos nocturnos de los reos, las extorsiones dentro del reclusorio, las golpizas de los oficiales, y la incomunicación particular en la que lo tenían, debido a que la autoridad tenía un trato especial con él porque lo consideraban extorsionador.
“Llegué al grado de creer la mentira que habían fabricado los judiciales, llegué al punto de decir: ´sí, a lo mejor yo cometí el delito´, era tanta la insistencia y tantas pruebas que habían fabricado, que llega el tiempo en el encierro que te la crees”, cuenta Carlos, quien dice que sólo tuvo el apoyo de su familia y cinco amigos, pero ya no se sintió igual en la comunidad donde creció, salió del Estado de México, para comenzar desde cero su vida. “Quería olvidarme de todo, y rehacer mi vida”, dice.
En la actualidad, cuenta en entrevista, su familia y él deben alrededor de 700 mil pesos luego de todo el proceso que pasó dentro de la cárcel. “Es una deuda que se sigue pagando”.