Capítulo 1

El Caballero Águila nunca existió

Han pasado tres días del asesinato del candidato del PRI a la presidencia, Luis Donaldo Colosio Murrieta en Lomas Taurinas, en Tijuana, un político que punteaba en todas las encuestas de la elección de 1994.

Son las 11:30 de la mañana del 27 de marzo y llega a las oficinas de la Procuraduría General de la República (PGR) en Tijuana una adolescente chaparrita y de cara regordeta. Se sienta frente a la Agente del Ministerio Público, “Socorrito” López, como le llaman, una mujer de voz dulce que contrasta con los agentes que la rodean.

La joven apenas cumplió 16 años, por eso no tiene ni siquiera credencial de elector, pero asegura que su nombre es Graciela González Díaz. Es novia de Mario Aburto Martínez, de 23 años, que fue detenido en Lomas Taurinas y hasta el momento es el principal sospechoso del magnicidio.

Mario Aburto Martínez fue detenido en Tijuana el 23 de marzo de 1994

Graciela está acompañada de su tío, Isidoro González, y una pasante que cursa el octavo semestre de derecho que viene a asistirla para que rinda una declaración que podría esclarecer el asesinato. La taquimecanógrafa de la mesa II se prepara para tomar la declaración que quedará para la historia.

La joven comienza a hablar y parece tener memoria fotográfica: recuerda cada detalle, días, horas, de su corta relación con Mario Aburto, el presunto asesino. Dice que lo conoció el 9 de marzo de 1993, cuando ingresó a trabajar a la maquiladora llamada “Cameros Magnéticos”, donde fabricaban cintas para cassettes.

El encuentro sucedió en el comedor de la fábrica.

—¿Qué hora es? — preguntó Graciela a las compañeras que se encontraban desayunando. Mario Aburto, chamarra negra, cabello chino, ojos tristones, intervino con unas cuantas palabras.

 — Las 10:30 de la mañana.

Así empezó una relación que solo duraría 14 días. Unas veces Mario la acompañaba, otras paseaban por el parque o tomaban un camión que los dejaba en algún restaurante de la zona centro de Tijuana, en la frontera con Estados Unidos.

Ya es medio día y ante la licenciada Socorro López, Graciela revela una serie de datos que quedarán presentes en toda una generación de mexicanos, y que durante más de dos décadas las autoridades repetirán una y otra vez.

Según Graciela, el jueves 10 de marzo, Mario Aburto la invitó a conocer el museo de cera, y ahí le enseñó una estatua llamada el “Caballero Águila”.

Credencial de trabajo de Mario Aburto Martínez de “Camero Magnéticos”. Lugar donde conoció a Graciela González Díaz

—En mi grupo político me llaman el Caballero Águila. Ya estamos enfadados de que siempre gane el PRI—le dijo Mario, entre otras cosas. Después le confesó que sabía manejar armas; que había vivido en Chiapas durante cuatro meses cuando se gestó el conflicto armado del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y que lo había llevado el “partido Cardenista”.

Pero el 9 de septiembre Graciela se arrepintió de esta declaración. Si bien, el resumen de la Fiscalía Especial para el Caso Colosio consignó la retractación de Graciela, el expediente ahora desclasificado por MCCI revela los detalles del careo entre ella y Mario Aburto, y cuáles fueron las palabras que él le dirigió segundos antes de que ella echara atrás su declaración anterior.

Una transcripción del careo entre Mario y Graciela, incluido en este expediente inédito, ofrece detalles de cómo la joven fue colocada frente a su exnovio el 9 de septiembre de 1994.

—Graciela no pido nada en contra tuya. Puedes estar siendo intimidada, sobornada o engañada— Graciela continúa en silencio, transcurren unos segundos y lo que escucha es el llanto de Mario Aburto.

El expediente del juicio también permite leer que Mario llora ante ella y no para, por eso la taquimecanógrafa lo consigna en su transcripción. Inclina la cabeza sobre la barra que lo separa de Graciela. La mira y continúa llorando.

—Sé que estás pensando en escoger entre yo y tu familia—, le dice Mario Aburto.

Después de que Mario lanza esas palabras, Graciela llora también y empieza a hablar:

—No, él no me lo dijo. No me dijo lo de las armas, lo de su partido político—, confiesa y mira a Mario. La taquimecanógrafa vuelve a consignar: “No para de llorar”.  

 Durante el careo, la joven de 16 años también dijo que sólo le pusieron unas hojas para que las firmara. 

Dibujo de Mario Aburto, sobre “El Caballero Águila”.

Durante el proceso iniciado contra Mario Aburto tanto el gobierno de Carlos Salinas de Gortari como el de su sucesor, Ernesto Zedillo Ponce de León, sostuvieron la hipótesis de que Mario Aburto, había logrado evadir al Estado Mayor Presidencial para asesinar a Luis Donaldo Colosio.

Ante las suspicacias de que el magnicidio hubiera sido fraguado desde las altas esferas del poder, el gobierno de Salinas de Gortari creó la Fiscalía Especial para el Caso Colosio: durante siete años cuatro fiscales fueron designados. El primero fue Miguel Montes, quien dijo que Mario Aburto había tenido cuatro cómplices, luego cambió de hipótesis: aseguró que se trató de un asesino solitario y que el candidato dio un giro de 90 grados antes de caer. El 14 de julio de 1994 y tras cinco meses en el cargo Montes renunció.

La siguiente fue Olga Islas de González Mariscal, quien se ocupó de llevar 22 líneas de investigación, ninguna de ellas relacionada con un posible segundo tirador. Fue ella quien logró la sentencia de 42 años contra Mario Aburto el 21 de octubre de 1994.

En sus conclusiones sostuvo que Aburto se hacía llamar Caballero Águila y que mató al candidato presidencial. Según su investigación primero le dio un balazo en la cabeza, cinco segundos después y ya con el cerebro perforado, Colosio dio un giro de 90 grados, quedó de frente al presunto asesino, quien le disparó un segundo balazo en el estómago. Olga Islas también renunció a los cincos meses, en diciembre de 1994.

El siguiente fiscal fue Mario Chapa Bezanilla: rechazó la tesis del giro de 90 grados y aseguró que hubo un cómplice. Entonces metió a la cárcel a un hombre llamado Othón Cortés, pero un año después se comprobó que los testigos que lo inculparon fueron inducidos y mintieron. El 30 de agosto de 1996, Chapa Bezanilla fue removido de la Fiscalía Especial.

Ernesto Zedillo, sucesor de Carlos Salinas de Gortari, nombró como fiscal a Luis Raúl González Pérez, para disipar las dudas que se manejaban entre la opinión pública, entre ellas la existencia de un segundo tirador. González Pérez sostuvo la hipótesis del asesino solitario, y en el año 2000 se clasificaron todos los documentos de la averiguación previa 743/94 argumentado que en el futuro podrían aparecer nuevas pruebas.

Por ello los mexicanos podrían tener acceso a las 68 mil fojas que conforman todo el expediente del caso Colosio a partir del año 2035.