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Género y corrupción

No podemos decir que las mujeres somos menos corruptas pero sí podemos decir que las condiciones que llevan a reducir la corrupción pueden también cerrar las brechas de género

Ilustración de David Peón, cortesía de Nexos

La corrupción es una barrera importante para el desarrollo, erosiona la confianza en los gobiernos, afecta la estabilidad económica y amenaza la inversión; a su vez, estos factores afectan el crecimiento económico y restringen el ejercicio de los derechos básicos de las y los ciudadanos. De igual forma, existe evidencia que muestra que las desigualdades de género socavan la buena gobernanza, el crecimiento sostenible y la lucha contra la pobreza. La igualdad de género no es sólo una obligación moral fundamental para nuestras sociedades, también tiene sentido económico.

La corrupción se interpone en el camino de la igualdad de género. No afecta a todos por igual. Si bien muchas formas de corrupción afectan tanto a las mujeres como a los hombres, la corrupción afecta desproporcionadamente a las poblaciones vulnerables y afecta más a los pobres, especialmente a las mujeres, que según estimaciones de la ONU representan el 70% de los pobres del mundo. En su papel tradicional como cuidadoras, las mujeres tienen más contacto con actos de corrupción en su vida diaria. También es menos probable que denuncien abusos, ya que a menudo son menos conscientes de sus derechos, lo que las convierte en objetivos más fáciles para la corrupción. Además, existen formas específicas de corrupción que afectan desproporcionadamente a las mujeres, como la extorsión sexual (sextortion), donde los favores sexuales se utilizan como moneda de cambio para prácticas corruptas o realizar trámites gubernamentales. 

Ahora bien, las mujeres no son únicamente víctimas, son también parte fundamental de la solución. ¿Qué dice la literatura del rol que juegan las mujeres en el combate a la corrupción? 

La creencia de que las mujeres tienden a ser menos corruptas que los hombres es bastante generalizada, incluso entre especialistas en desarrollo. Esta creencia está basada, a grandes rasgos, en dos tipos de investigaciones ligadas entre sí. El primer tipo de investigación es el de los estudios experimentales y las encuestas que analizan las diferencias en el comportamiento por género y cómo estos se traducen en acciones frente a actos de corrupción. Croson and Gneezy (2009) hicieron una revisión robusta y establecieron que en diferentes contextos, comparadas a los hombres, las mujeres tienen más aversión al riesgo, son más sensibles a indicadores sociales, son menos competitivas, más altruistas, más inclinadas a colaborar y al mismo tiempo tienen menos confianza y estándares éticos más flexibles. En general, estas características apuntan a que las mujeres son menos propensas a participar en actividades egoístas y riesgosas como son los actos de corrupción. Es importante destacar que hay un debate importante sobre si estos comportamientos son adquiridos o innatos —lo que va más allá del alcance de este texto— pero vale la pena mencionar que hay evidencia para ambos casos. 

Regresando al rol de las mujeres en el combate a la corrupción, la literatura aborda las diferencias en comportamiento en tres ejes principales: diferencias de género en actitudes frente a la corrupción, diferencias de género en la aceptación de sobornos y diferencias de género en la oferta de sobornos. 


Tabla 1. Principales hallazgos de diferencias de género frente a actos de corrupción

Comportamiento frente a actos de corrupciónAceptar sobornosOfrecer sobornos
Los resultados de las encuestas sugieren que las mujeres tienen menos tolerancia a los actos de corrupción. 
Sin embargo, estos resultados son válidos únicamente en democracias y ambientes donde la corrupción no es un problema serio.
Con algunas excepciones que responden a factores contextuales, parece no haber diferencia entre hombres y mujeres a la hora de recibir sobornos.
Las mujeres tienen un comportamiento más oportunista: es más probable que puedan aceptar un soborno sin regresar el favor o el acto de corrupción.
Las mujeres son menos propensas que los hombres a aceptar sobornos cuando se percibe un riesgo de sanción.
Los hombres son más propensos a ofrecer sobornos.
El valor de los sobornos tiende a ser mayor cuando son ofrecidos por hombres.
Tanto hombres como mujeres ofrecen sobornos a hombres y mujeres indiscriminadamente.

Fuente: Are men and women equally corrupt? Frédéric Boehm, 2015.


Sumado a los experimentos de comportamiento, ciertas encuestas muestran que las mujeres son más propensas a pensar que los actos de corrupción son indeseables (Swamny et. Al, 1999) y, en general, a tolerar menos la corrupción. En trabajos posteriores (Esarey y Chirillo, 2013) se muestra que autocracias en las que hay altos niveles de corrupción, tanto hombres como mujeres condonan los actos de corrupción en la misma proporción. En países donde la corrupción está más estigmatizada las mujeres están en desacuerdo con actos de corrupción con mayor frecuencia que los hombres y son menos propensas a participar en prácticas corruptas. Es decir, las mujeres son más sensibles a los señalamientos sociales. 

El segundo tipo de investigación que nutre la creencia de que las mujeres tienden a ser menos corruptas que los hombres es una aproximación macro que no analiza el comportamiento de las mujeres sino los resultados de que ocupen puestos públicos. Las comparaciones internacionales a través del tiempo observan que cuando hay una mayor desigualdad de género en puestos de gobierno hay mayores niveles de corrupción bajo ciertos parámetros (Dollar, Fisman y Gatti, 2001). Existen varios estudios de principios de los 2000 que muestran una correlación entre altos niveles de corrupción y poca participación de mujeres en el gobierno. Así, recomendaciones del Banco Mundial en 2001 afirmaban que la participación de las mujeres en el gobierno reduciría la corrupción. Sin embargo, no hay una relación clara de causalidad entre ambos fenómenos. Al contrario, estudios posteriores apuntan que no es la presencia de las mujeres en puestos de gobierno por sí misma lo que reduce la corrupción, sino las variables implícitas. 

Para que haya equidad de género en un gobierno son necesarias ciertas condiciones y éstas, a su vez, son las que fomentan un ambiente sin corrupción. Los países que tienen mejores constituciones, más respeto a los derechos humanos, mejor estado de derecho, más y mejor acceso a una educación de calidad, por nombrar algunos factores, son al mismo tiempo los que tienen más mujeres en el gobierno y menos corrupción. (Cheung y Hernández-Julián, 2006). Si retomamos los estudios de comportamiento, podemos también decir que la mayor aversión al riesgo de las mujeres las lleva a trabajar en gobiernos con menores niveles de impunidad, mayor estado de derecho y, en general, más democráticos. Por lo tanto, aunque sí hay una correlación entre equidad de género en el gobierno y menos niveles de corrupción no es prudente tomar esto como una explicación causal.

En este mismo sentido es importante destacar que cada vez hay más investigaciones que demuestran que la corrupción impide que las mujeres entren en puestos de alto nivel en política y negocios. La corrupción y el mal gobierno tienen un efecto negativo en la participación de las mujeres en la política, atrapándolas en el círculo vicioso de desigualdad de género, falta de empoderamiento y corrupción. Una investigación en 18 países europeos muestra que la corrupción, el clientelismo y las redes políticas tienen un impacto negativo en la proporción de mujeres elegidas en los consejos locales, reduciendo aún más sus oportunidades de participación política.

Si bien no hay evidencia contundente que indique que las mujeres son menos propensas que los hombres a la corrupción, ésta no es una discusión que haya terminado y todavía hay mucho que se puede investigar y aportar. Al final, incluso si no hay evidencia de que las mujeres sean intrínsecamente menos corruptas que los hombres, aumentar la participación de las mujeres sigue siendo una opción política deseable. Apostar por condiciones que lleven a reducir la corrupción en nuestros gobiernos y sociedades pueden cerrar también las brechas de género y alcanzar una igualdad sustantiva.

Leonor Ortiz Monasterio (@theleonori) es integrante de la Unidad de Investigación Aplicada de Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad.

Fuentes:

Boehm, Frédéric, (2015) Are men and women equally corrupt?, U4 Anti-Corruption Resource Centre Brief.

Cheung, Adora y Rey Hernández-Julián, (2006) Gender and Corruption: A Panel Data Analysis. 

Croson, R., y U. Gneezy, (2009) Gender Differences in Preferences, Journal of Economic Literature 47(2),

Dollar, D., R. Fisman, y R. Gatti, (2001) Are women really the ‘fairer’ sex? Corruption and women in government, Journal of Economic Behavior & Organization.

Esarey, J., y G. Chirillo, (2013) Fairer Sex’ or Purity Myth? Corruption, Gender, and Institutional Context, Politics & Gender.

Swamy, A., S. Knack, O. Azfar y Y. Lee,  (1999) “Gender and Corruption.” Journal of Development Economics.

World Bank, (2001) Engendering development through gender equality in rights, resources, and voice. New York: World Bank-Oxford University Press.

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