El movimiento estudiantil de 1968 marcó un parteaguas en la política mexicana. Por un lado, mostró los excesos a los que estaba dispuesto a llegar el poder para acallar el disenso; por el otro, reveló a una ciudadanía dispuesta a alzar su voz sin importar las circunstancias. Cincuenta años después de la tragedia, recordamos su lucha y reafirmamos que la impunidad, la pasada y la presente, es intolerable en un país democrático.
|