Marina Gómez Robledo
En una democracia ideal los ciudadanos deberían confiar que las autoridades electorales 1 y los partidos políticos no sean corruptos. Los primeros porque son quienes vigilan el debido proceso electoral. Los segundos porque aquel partido que resulte ganador se convertirá en quien gobierne el país.
Según la Encuesta MCCI - Reforma 2022, 56% de los encuestados considera que hay mucha corrupción en las autoridades electorales mexicanas. Es aún más alarmante y desalentador, que 73% piensa que hay mucha corrupción en los partidos políticos. Estos porcentajes varían poco si se analizan por preferencia electoral. Sólo entre aquellos que se inclinan por los candidatos independientes, los porcentajes en ambas preguntas aumentan: 74% piensa que hay mucha corrupción en las autoridades electorales y 87% en los partidos políticos.
En cuanto a la pregunta “¿En qué partido cree usted que hay más corrupción?”, el 37% de los encuestados considera que en “todos”, seguido por el 34% que estima que es en el PRI donde hay más corrupción. El 12% consideró que es en Morena donde hay mayor corrupción y el 10% en el PAN. Aquí también sorprende que si se analizan los resultados por beneficiarios de algún programa social, tres de cada 20 beneficiarios juzgan a Morena como el partido más corrupto. Este porcentaje está lejos del que tiene el PRI (64%), pero es interesante que 16% eligiera a Morena como el partido más corrupto a pesar de ser beneficiario de algún programa social. Entre los no beneficiarios 56% considera al PRI como el más corrupto, 30% a Morena y 14% al PAN.
Con respecto a la percepción de corrupción en las autoridades electorales sería de esperarse que los encuestados que desconfían de estas instituciones creyeran que hubo corrupción en las elecciones pasadas de 2021 y que habría riesgo de corrupción en las elecciones próximas a la Encuesta MCCI - Reforma, las cuales se llevaron a cabo en julio de 2022. No obstante, sólo 26.7% cree que hubo mucha corrupción en las elecciones de junio de 2021 y 27.8% consideraba que habría mucha corrupción en las elecciones siguientes.
Estos hallazgos permiten reconocer que la legitimidad y la confianza no son de la misma naturaleza. Según el sociólogo francés Pierre Rosanvallon, 2 la legitimidad está circunscrita al procedimiento electoral, mientras que la confianza, en contraste, es más compleja en tanto que le impone tres dimensiones: una moral, la cual está relacionada con la integridad; una sustancial, que se enfoca en el bien común, y una temporal, que se refiere a la continuidad de la legitimidad.
A partir de estas definiciones, es posible pensar que las personas pueden percibir mucha corrupción en las autoridades electorales y en los partidos políticos, pero no tanta en las elecciones electorales. Es decir, es posible que haya desconfianza permanente en estas instituciones y, al mismo tiempo, que el proceso electoral sea considerado legítimo.
Lejos de ser desalentador, esta realidad demuestra que las elecciones en México gozan de legitimidad, tal como lo demuestran las alternancias políticas que han habido en el país desde el año 2000. Esto se traduce en un resultado positivo, ya que los procesos electorales, aunque por sí mismos no garantizan el éxito de un sistema electoral, son la piedra angular de cualquier democracia.
Vale la pena destacar que, a pesar de que todos los encuestados, sin importar su identificación partidista, perciben menor corrupción en las elecciones de 2021 y 2022 que en las autoridades electorales y partidos políticos, los votantes de Morena son los más optimistas. Apenas 18% de estos considera que hubo mucha corrupción en las elecciones del 2021 y que habría en las del 2022. En contraste con los votantes del PAN, 3 por ejemplo, quienes más del 30% asegura que hubo mucha corrupción en estos comicios.
Este optimismo podría explicarse por el triunfo que tuvo Morena en las elecciones de 2021, en las cuales ganó 11 de 15 gubernaturas. De igual forma, las encuestas para 2022 preveían una victoria que se constató en las urnas: ganó cuatro de seis gobiernos estatales durante esos comicios. Es claro que los votantes de Morena no consideran que hay mucha corrupción cuando resultan vencedores, pero juzgan a los árbitros de las elecciones como corruptos a pesar de haber sido estos los vigilantes del proceso donde salieron triunfantes. Esto es algo común y similar a lo que pasa en un partido de fútbol: si la decisión del árbitro favorece al equipo local, entonces este equipo pensará que es un árbitro justo. En contraste, el equipo visitante considerará que fue injusto.
Otro factor importante que ha influido en todos y en especial sobre los votantes de Morena es el discurso del presidente Andrés Manuel López Obrador en contra de una de las autoridades electorales más visibles como es el INE. Por ejemplo, y solo por mencionar alguno, el pasado 26 de mayo y ante las mantas colgadas en algunas casas con el lema “En este Hogar defendemos al INE”, AMLO aseveró: “¿De qué lo defienden? Si el INE no va a desaparecer, a lo mejor cambia de nombre, pero tiene que haber un órgano autónomo encargado de organizar las elecciones manejado por mujeres y hombres honestos, íntegros, porque no existe eso, no ha existido”. 4 Otro ejemplo que evidencia las ofensivas de lópez Obrador hacia el INE es lo que dijo el 20 de agosto de 2019 como consecuencia de la orden que dictó el INE a AMLO para que se quitara su nombre de los chalecos que utilizan los Servidores de la Nación: “Antes se usaba, no sólo el chaleco, el dinero del gobierno para comprar votos a favor de los partidos; había una política clientelar … eso nunca lo vio el INE, pasó de noche, nunca hubo una sanción, estaban ahí, con todo respeto, no voy a decir la palabra que corresponde pero sí puedo decir que de adorno, de florero”. 5
Independientemente de si la percepción de corrupción en las autoridades electorales se acentúe por la influencia del discurso del Presidente o por la desacreditación generalizada de las instituciones mexicanas, e independientemente también, de la menor percepción que existe cuando hablamos en concreto de algún proceso electoral -recordar la diferencia antes explicada entre legitimidad y confianza-, lo que es indiscutible es que la erosión de la confianza de los ciudadanos en sus dirigentes políticos y en las instituciones que salvaguardan el proceso electoral es síntoma de una democracia debilitada y frágil. Esta desconfianza, además de otros muchos daños, obstaculiza la posibilidad de contar con una oposición sana que sirva de contrapeso hacia los abusos de poder.
No es objeto de este texto analizar las causas de este desencanto, pero sí señalar la preocupación que esto debería generar en las instituciones aludidas y la búsqueda de soluciones a ello a fin de recuperar la credibilidad de ambas.