Coahuila

Morir por una base: el silencio de la negligencia

Carmina García, enfermera de 55 años de edad, no trabajó durante los primeros seis meses de la pandemia porque el Covid-19 sería fulminante para sus pulmones. Se resguardó bajo el decreto presidencial de cuidar a las personas vulnerables, pero la jefa de enfermería la obligó a regresar al Hospital General de Torreón. Murió ocho días después de su último turno.

Por: Florencia González Guerra

Fotografías: Christopher Vanegas

El 5 de octubre de 2020 Carmina salió de su casa con el uniforme blanco que había estado guardado seis meses desde que el Hospital General de Torreón la incapacitó al inicio de la  pandemia por tener una afectación en sus pulmones. Carmina quería tener una oportunidad para ser considerada cuando se asignaran las nuevas plazas del Insabi que había anunciado el gobierno federal. Tenía cinco años trabajando como enfermera eventual en espera de esa plaza.   

Dos meses antes, la jefa de enfermería del hospital le había avisado que ella y todos los médicos y enfermeras que habían sido incapacitados al principio de la pandemia por edad o por tener comorbilidades debían regresar a laborar: o volvía al hospital o la despedían. Sus hijos cuentan que aunque logró aplazar su regreso mediante vacaciones, ella creyó que su deber era estar en el hospital y atender recién nacidos en la sala de Tococirugía. Su destino era regresar al trabajo aunque sabía que podía morir. 

Apenas alcanzó a trabajar tres días cuando empezaron los síntomas: dolor de cabeza, tos y temperatura. Se presentó un día más, pero la regresaron a casa. La enfermera Carmina se había contagiado de Covid-19 y una semana más tarde murió. No alcanzó a tener una plaza de enfermera, era personal eventual cuya familia no recibió indemnización, ni siquiera para los gastos funerarios.

Una vida dedicada al cuidado de los demás

Carmina y su esposo Francisco Javier Dorado se conocieron mientras él cursaba la residencia en el Hospital Universitario y ella trabajaba como enfermera suplente. Y al poco tiempo se casaron en una boda civil. 

Después de diez meses nació su primer hijo y Carmina continuó trabajando en el Hospital Universitario, pero después del nacimiento de su segunda hija, Vanessa, decidió dejar de trabajar.  Mientras tanto, su esposo obtuvo una plaza en el Hospital General de Torreón.

En el 2015, la Secretaría de Salud de Coahuila aumentó la capacidad de atención e inauguró la segunda sede del Hospital General de Torreón. 

Aquel año, su esposo, Francisco Javier Dorado –siendo subdirector del hospital de 2013 al 2018– animó a Carmina a reingresar al trabajo, después de dedicarse por más de 20 años a sus tres hijos Yamder, Vanessa y Jazhiel. Le comentó que iban abrir el Hospital General de Torreón, “que ahí se va a abrir el Seguro Popular, va a haber muchas plazas, yo se lo decía de broma, que si quería trabajar y a ella le encantó. Dijo ‘sí, me encanta trabajar’, pues órale. Pero vas a entrar de suplente y te van a pagar poquito”, dice Francisco Javier Dorado.

Aunque ese año creció el número de trabajadores, no aumentaron el número de plazas y Carmina, como otras enfermeras, recibió un contrato de personal eventual. Actualmente, en el Hospital General de Torreón el 76 por ciento de los trabajadores son eventuales: es decir que tienen contratos de tres o seis meses, y como Carmina, llevan más de cinco años en ese esquema. 

Al principio, Carmina era la esposa de Francisco Javier Dorado, el doctor Dorado, y apenas ganaba 2,300 pesos a la quincena, pero después, era Carmina, la jefa Carmina, jefa de enfermería en Tococirugía, aunque apenas ganaba tres mil pesos a la quincena. 

Pero el sueldo no era lo que le importaba, sino dedicarse a una profesión que amaba. Hay videos donde Carmina carga a los bebés recién nacidos del hospital y les está enseñando a las enfermeras a arroparlos. “Mi mamá tenía un instinto maternal que yo no, o sea, ya sé que es mi mamá. Pero yo no he visto en nadie más, un instinto de cariño, de saber que le encantaban los bebés”, cuenta Yamder su hijo más grande. 

Ana, una enfermera –de quién se omite su nombre para resguardar su identidad y evitar represalias en su contra– cuenta que cuando las contrataron les ofrecieron algo distinto. “Nos dijeron que van a ser contratos permanentes y que si íbamos a mantener, siempre y cuando, cuidáramos nuestro trabajo”. Pero los contratos llegaban cada tres o seis meses. 

La diferencia entre una enfermera de base y una de contrato eventual se basa en el sueldo, para las primeras llegan a recibir de nueve a quince mil pesos al mes, mientras que las segundas apenas ganan entre cuatro y seis mil pesos. 

Las enfermeras de base tienen fondo de ahorro, fondo de auxilio por defunción de hasta 55 mil pesos, aguinaldo, licencias con goce y sin goce de sueldo. Ana, la enfermera, explica que otro de los beneficios es que no las mueven de turno tan fácilmente, “yo lo siento como discriminación, así de que tú eres de contrato y te puedo mover de turno y de área”. 

Carmina no alcanzó una base porque cuando su esposo la invitó a trabajar ya se había establecido en el programa Formalización Laboral para todas las Entidades Federativas, que promovió el ex presidente Enrique Peña Nieto a través del Seguro Popular, que el personal de salud debía tener un ingreso previo al 2013 para otorgarles una base.

Para ello, el Organismo Público Descentralizado Servicios de Salud Coahuila analizó casi dos mil expedientes del personal de salud de acuerdo con las actas de las Juntas de Gobierno del OPD Servicios de Salud Coahuila. 

Es decir que la mayoría de personas que entraron desde el 2013 a trabajar a la Secretaría de Salud Coahuila trabajan con contratos de personal eventual, a excepción de las personas que les heredaron una base. 

Desde entonces y hasta el 2017, la Secretaría de Salud Coahuila aumentó 1299 plazas, 86 para médicos y 328 para enfermería en todo el estado, el resto de plazas fue para administrativos, afín o pasantes. Desde entonces no ha habido un nuevo proceso de formalización laboral. 

En 2018, Carmina empezó a estudiar una maestría en Administración de Hospitales porque le parecía que eso le ayudaría a obtener la base. “Le dije al cabo el día que le llegué la base a Mireya, con todos tus papelitos vas a entrar rápido”, cuenta su marido Francisco. 

Pero a finales de ese mismo año Carmina se enfermó de una bronquitis severa a causa de la acumulación de palomas en la cúpula del techo de su casa, provocada por lo que medios locales apuntaron como una plaga de palomas en Torreón. La familia roció la cúpula naranja con diferentes líquidos para ahuyentarlas pero siempre regresaban. Carmina tomó antibióticos para curarse, pero estos inhibieron su sistema inmune y dio pie a que llegaran hongos oportunistas, lo que le provocó una insuficiencia respiratoria grave.  

El siguiente año se ausentaba por periodos, iba dos semanas y dos semanas se incapacitaba. A veces, por más tiempo, dependiendo de lo que sus pulmones le permitían.

Quédate en casa, Carmina

El presidente Andrés Manuel López Obrador publicó en abril de 2020 un decreto con el que solicitó a los empleadores proteger al personal de salud vulnerable como Carmina para que se pudieran ausentar sin riesgo de perder su trabajo. El 45% del personal de salud del Hospital General de Torreón se resguardó, eran personas con diabetes, hipertensión, obesidad, enfermedad pulmonar obstructiva crónica; mujeres embarazadas, con niños menores de cinco años o en lactancia también se resguardaron.

Ante la falta de personal y la precariedad laboral, el personal eventual se preparó para movilizarse y hacer una manifestación el 30 de marzo. Unos días atrás, la jefa de enfermería les explicó cómo se distribuyeron los roles para entrar al área Covid: los agremiados del sindicato se quedaron fuera y el personal eventual entraría a la primera línea del área Covid, según cuenta Ana, una de las enfermeras consultadas para esta investigación. 

Al terminar la reunión con la jefa de enfermería, Mireya Martínez, un enfermero se regresó y dijo: “ahorita es el momento para que podamos presionar y pedir que nos escuchen”, según el testimonio de la enfermera. La siguiente semana se prepararon para hacer una manifestación frente al Hospital, llegaron los medios. Isidro Sifuentes, uno de los participantes de la protesta, dijo que la única garantía que tienen es estar afiliados al ISSSTE y que actualmente están expuestos a ser contagiados de Covid-19. 

Tras la protesta del 30 de marzo, Francisco Dorantes, ex director del Hospital General, que cesaron del cargo el 15 de abril, dijo que se analizan las demandas de los trabajadores y que de entrada se les autorizó un aumento de 47% a la quincena, o sea el personal de salud de enfermería pasó de recibir 2,400 pesos a 4,600 quincenales. 

La jefa de enfermeras les dijo que les pedía el apoyo para entrar en esa área porque en su contrato está establecido que son movibles “y los puedo mandar donde se requiera”, según cuenta Ana. “Le dijimos: ‘Sí jefa, pero nosotros somos de contrato. Si alguien de nosotros se contagia y se muere, ¿qué le vamos a dejar a nuestras familias?’”. 

El personal eventual que sería enviado al área Covid estuvo en desacuerdo porque además del personal vulnerable que se ausentó faltaba el personal sindicalizado. “Hay mucha gente que está de licencia sindical, porque son los que están apoyando al sindicato en las cuestiones recreativas”, explica Ana a Mexicanos Contra la Corrupción. 

El líder sindical Manuel Riveroll explicó para esta investigación que hay personas del sindicato que tienen una licencia sindical porque son quienes realizan las posadas, eventos deportivos, campamentos de verano para los hijos del personal de salud. 

El grupo inconforme conversó con el líder sindical quien les explicó que ”toda esa gente que está afuera, que no se está presentando a trabajar es porque se encarga de coordinar los eventos a los que ustedes asisten para su recreación”, pero le cuestionaron: “sí doctor, está bien, pero ahorita no hay posadas, no hay campamentos, no hay eventos deportivos, no hay nada. Toda esa gente que está afuera. Bien se puede regresar a trabajar, cada quien a su turno, porque aquí es donde necesitamos el apoyo”, cuenta Ana. 

La administración del hospital contrató a 297 enfermeras eventuales para subsanar las ausencias, sin embargo la jefa de enfermería presionó a sus empleados para volver. 

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El Hospital General de Torreón está alejado del centro de la ciudad, en el Manto de la Virgen por la carretera Torreón-Matamoros. Es un hospital híbrido que a partir de la pandemia empezó a atender pacientes con Covid-19 sin dejar de ver otras patologías. Los afectados por otras enfermedades entran a través del área de urgencias y por el estacionamiento de empleados se encuentra el triage Covid. 

En noviembre, la Secretaría de Salud Coahuila trasladó un hospital móvil que estaba en Acuña al Hospital General de Torreón. Eso les permitiría atender hasta 25 pacientes más. De marzo a septiembre de 2020, el personal de salud atendió en ese hospital a 604 personas por Covid-19 y 54 de ellas murieron. 

El hospital móvil es una estructura color beige que se conecta a través de una duela de madera por una de las salidas del hospital. Ahí se encuentran los pacientes más estables, algunos deliran por la falta de oxígeno. Al interior se siente caliente, pero los enfermos traen cobijas y la bata de hospital, tosen, y les cuesta trabajo respirar. 

Hasta octubre, Coahuila fue el cuarto estado con la mayor tasa de confirmados de Covid-19 en el país, solo por debajo de Ciudad de México, Baja California Sur y Tabasco, la ocupación hospitalaria de la región Laguna llegó hasta 88% en ese mismo mes y sumó hasta febrero 5,440 defunciones. 

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Incapacidad finita, aunque la pandemia no hubiera terminado

Antes de que Carmina volviera al trabajo intentó presentarse al hospital porque la jefa de enfermería y la autoridad del hospital le pidieron, a ella y al personal vulnerable, reincorporarse a sus labores.  

Tomó la calle Turín y condujo hacia su trabajo pero a dos cuadras de su casa una motocicleta, con dos personas a bordo, se estampó en su camioneta. 

–A lo mejor es una señal de que no tienes que ir–, le dijo Vanessa, su segunda hija. 

–Sí, yo sé, pero no tengo opción. O sea, si no voy simplemente, pues ya tengo que renunciar o me corren. Yo soy de contrato, no soy de base, es más complicado que me consideren a mí–, le dijo Carmina. 

Sus hijos le pedían que no volviera, el sueldo era poco y con el apoyo de su esposo, el doctor Francisco, sería suficiente para vivir una vida cómoda. Pero buscaba la independencia económica, lograr las metas que se planteó un año antes cuando terminó la maestría en gestión de hospitales: tener un perfil destacable para que cuando llegaran las bases del Insabi le dieran una.

El otro camino para ella era renunciar, como las 143 enfermeras en Coahuila que han renunciado desde el inicio de la pandemia, 12 de ellas en el Hospital General de Torreón. 

“Me acordé de las veces que la escuche toser fuerte y cuando supe del covid, pensé en mi mamá y su trabajo, y le dije ‘yo creo que esto va a ser definitivo para ti, si a ti te da, te vas a ir, mamá>’”, cuenta Yamder, su hijo más grande.

En octubre de 2020, el Sindicato de la Sección 87 de los trabajadores de la salud, se manifestó contra el manejo en los recursos humanos del Hospital General de Torreón  porque los trabajadores vulnerables volvieron a trabajar, por lo que publicaron un oficio en el que pidieron la remoción de cargo de la jefa de enfermería, Mireya Martínez, extensión de la licencia a personal vulnerable a contraer Covid-19, así como revisión al contrato colectivo de los trabajadores eventuales entre otras peticiones. 

Sin más opción: el destino es volver

El lunes 5 de octubre de 2020, Carmina manejó hacia su trabajo porque no quería renunciar y el decreto presidencial se había difuminado, ya que no estaba claro por cuánto tiempo habría que resguardar al personal de salud vulnerable y la jefa de enfermería Mireya García le pidió regresar. 

Carmina se bajó de su auto y trabajó durante tres días hasta que se contagió entre sus compañeras. “Se reintegra el trabajo y en esos días fue cuando se contagió porque después de que ella manifiesta sus síntomas, las compañeras directas empiezan a manifestar también síntomas. Entonces, pues creemos que se contagió entre su grupo cercano”, cuenta Vanessa, su segunda hija. 

El martes por la noche Carmina ya traía tos y sus hijos aprovecharon para volverle a pedir que dejara el trabajo. El jueves despierta sintiéndose mal, pero aún así se va con temperatura al trabajo y la regresan. “Nos dice hijos. Hoy me desperté sintiéndome muy mal, con fiebre, y decidí ir al trabajo para que me pudieran ver mis jefas. Si no, no me iban a creer. Ellos pues últimamente me toman las cosas a mal y por eso quise ir para que me vieran que realmente estoy mal. Me hicieron la prueba de Covid. Mañana viernes me dan los resultados”.

Ventilación mecánica en el hospital donde recibió tantas vidas

Carmina, es una de las 2,569 enfermeras infectadas de las 8,796 enfermeras en el estado –como si todas las enfermeras de Torreón, la segunda ciudad más grande después de la capital, Saltillo, hubieran estado infectadas–. 

El Hospital General de Torreón fue el tercer hospital con más enfermeras infectadas con 135; la Unidad Médica de Alta Especialidad 71, del IMSS tuvo 204 enfermeras infectadas, y el Hospital General de Zona de Medicina Familiar 16, del IMSS tuvo 155, de un total de 5,279 trabajadores de la salud infectados. 

Una semana después del último turno de Carmina, en el área covid del Hospital General de Torreón, los médicos le pidieron permiso a Francisco Javier Dorado, médico anestesiólogo del mismo hospital, de intubar a su esposa, Carmina García.

El doctor Francisco Javier Dorado no atendió a un solo paciente Covid por tener 60 años, pero ese día vistió el overol blanco, cubrebocas KN95, googles, guantes, botas y gorro protector para acompañar a su esposa antes de su muerte. El 15 de octubre, ocho días después del último turno de Carmina, sólo vió los ojos del colega que le pidió intubar a su compañera de 33 años atrás desde el Hospital Universitario. 

Carmina estuvo pronada, con el cuerpo boca abajo, una posición incómoda que permite jalar más aire a los pulmones. El último recurso antes de la intubación: la escena que se repite en los hospitales que atienden Covid-19.  

Cuando Francisco Javier Dorado llegó, su esposa le dijo que iba a dejar de respirar, en ese momento, “mi papá nos dijo que nos preparemos. Dice que mi mamá le pidió que la intuben, que ya no puede respirar nada, está muy grave. Prepárense y estén juntos. Esperen lo peor”. Los tres hermanos se abrazaron y lloraron bajo el sol caliente de medio día que pega en el estacionamiento del hospital en la Laguna.

La entrada al área covid para cualquier persona sin autorización es restringida, pero Francisco Javier Dorado tiene 28 años trabajando en el Hospital General de Torreón. Por eso el doctor Dorado pudo entrar y acompañar a su esposa antes de morir, “me duró una hora y media, nada más”. 

Ese mismo día en Torreón, los partidos políticos cerraron las campañas electorales como si no existiera el Covid-19: con aglomeraciones masivas, gente sin cubrebocas, y grupos musicales para amenizar el cierre de campaña. 

Francisco Javier Dorado le habló por videollamada a sus hijos y les dijo “quiero que estén todos porque su mamá está terminando. Y quiero que la acompañen a través de la videollamada para terminar”. Todos lloraron. Vanessa esperó que el sonido de la máquina que monitorea signos vitales no se detuviera, “que no hiciera el sonido que todos nos imaginamos”. 

“Llegó un momento en que me dijo ya no puedo, Javier, voy a dejar de respirar. En ese instante colapsó. Dejó de latir el corazón, dije ya terminó.

Un homenaje para una mujer entregada a la enfermería

Se congregó mucha gente, médicos, personal de limpieza, enfermeros, internos, estudiantes de medicina en el estacionamiento para sacar a Carmina del mortuorio. Los paramédicos prendieron las sirenas de las tres ambulancias que hay en el hospital y la carroza fúnebre recorrió un trayecto de 300 metros en 20 minutos, mientras su familia lloró y sus compañeros le aplaudieron. Globos blancos subieron al cielo y el personal de salud le entregó a Francisco Javier Dorado las pancartas que escribieron para Carmina, cartulinas que siguen en la entrada de la casa de la familia Dorado García, intentando guardar el recuerdo de una mujer que ponía amor en todo lo que hacía. 

El médico Manuel Riveroll, líder del sindicato de la sección 87, se acercó con Vanessa a darle el pésame y ella dice que le dijo : “no quería regresar, doctor, la regresaron a la fuerza. La regresaron y la intimidaron”.

A., la misma enfermera que participó en la manifestación y entró a trabajar junto a Carmina en 2015 estuvo en la oficina de Recursos Humanos del hospital cuando el doctor Francisco Javier Dorado, esposo de Carmina, entró. Ella llevaba sus papeles para inscribirse al Insabi, deseando que le dieran una plaza. Vió al esposo de Carmina que saludó al jefe quien le dio el pésame. Salió Samantha, de Recursos Humanos. Francisco fue a recoger los últimos dos talones de pago de Carmina. 

– Vengo a solicitar, si me pueden facilitar uno o dos talones de pago de Carmina y además quiero preguntar si habrá alguna garantía. Si hay, si no, pues bueno. 

– No, doctor, no hay garantías de nada. Es que son eventuales. Y no, no hay nada. 

– Bueno, pues ni modo. 

El cuerpo se le enfrió a A., la enfermera que entró al mismo tiempo que Carmina hace más de cinco años, se imaginó en la posición de Carmina y vió uno de sus más grandes miedos: morir y no tener nada para dejarle a su hija. Escuchó y tragó saliva. 

Tasa de personal médico infectado acumulado

Fuente: Elaboración propia de MCCI con datos de la Secretaría de Salud

Defunciones en casos confirmados: Coahuila

Fuente: Elaboración propia de MCCI con datos de la Secretaría de Salud

Camas reportadas en Coahuila

Fuente: Elaboración propia de MCCI con datos de la Secretaría de Salud

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