La relación entre corrupción y desigualdad es muy estrecha. De acuerdo con un análisis a partir de la encuesta de MCCI, fue posible identificar que los hogares mexicanos más pobres destinaban 38 % de sus ingresos para pagar sobornos, normalmente para obtener servicios públicos. Un porcentaje casi cuatro veces más grande que el de los hogares más ricos. Así, la corrupción se vuelve un mecanismo que incrementa la desigualdad.
Hoy, Transparencia Internacional publicó la nueva edición del Índice de Percepción de la Corrupción (IPC) 2024, por lo que es posible hacer una nueva exploración de la relación entre la desigualdad y la corrupción. El IPC evalúa el nivel de corrupción en un país a partir de la percepción de la sociedad en general y de un grupo de personas expertas, donde 0 significa muy corrupto y 100 muy íntegro.
En el análisis antes mencionado se identificó una relación entre el IPC y el Coeficiente de Gini, que mide la desigualdad económica en una sociedad, donde 0 significa que todas las personas tienen el mismo ingreso y 1, que sólo una persona percibe todo el ingreso y las demás ninguno. Los hallazgos fueron muy interesantes: a mayor corrupción percibida en los países, mayor era la desigualdad.
En estos años, el panorama parece ser distinto. Con datos de 2023 para ambos índices, repetí el análisis para evaluar el impacto de eventos recientes, como la pandemia de covid-19. Los hallazgos no son alentadores: en los últimos años, la percepción de corrupción ha aumentado en la mayoría de los países, mientras que la desigualdad dejó claros sus efectos más devastadores.
La relación entre corrupción y desigualdad
Algunos autores han estudiado cómo la corrupción afecta la desigualdad. En 1998 un artículo publicado por el Fondo Monetario Internacional identificó que la corrupción incrementa no sólo la pobreza, sino también la desigualdad al reducir el crecimiento económico, provocar una reducción en los servicios públicos esenciales, como educación o salud, y disminuir la capacidad del gobierno de implementar políticas redistributivas con eficiencia. En tanto, en 2020 dos profesores de la Universidad Carlos III de Madrid demostraron que en realidad la corrupción no impide el crecimiento económico, pero sí profundiza la desigualdad económica y social al impactar las relaciones entre el poder económico y los gobiernos. En ambos casos, la conclusión es que la corrupción genera desigualdad.
Hallazgos de la relación entre IPC e Índice de Gini
Los datos revisados de 2023 confirman que la percepción de corrupción ha aumentado en la mayoría de los países. Al mismo tiempo, la desigualdad ha agravado el impacto de crisis como la pandemia. Esto afectó especialmente a las personas de menos ingresos.

En la gráfica, podemos observar que, en general, a menor puntaje en el IPC (mayor percepción de corrupción), el coeficiente de Gini es más alto (mayor desigualdad). Sin embargo, los datos muestran una mayor dispersión en comparación con el análisis de 2019. Comparado con el ejercicio anterior, la mayoría de los países tienen una peor percepción de corrupción. A partir de estos datos, los países pueden agruparse en tres categorías:
- Menos desiguales y menos corruptos. Señalados en anaranjado, estos países tienen altos puntajes en el IPC (más de 80) y bajos niveles de desigualdad como Suecia, Dinamarca, Noruega y Finlandia.
- Menos corruptos pero más desiguales. Este grupo es más disperso. Son países con un IPC entre 60 y 80 puntos, pero con ingresos más concentrados en pocas personas, como Israel, España, Portugal, Estados Unidos, Uruguay y otros.
- Más corruptos y más desiguales. Países con bajos puntajes en el IPC y altos valores de desigualdad. Principalmente, países de Latinoamérica, África y del sudeste asiático. En rojo están los países peor evaluados del globo como Yemen, Honduras o Burundi. En este grupo se encuentra México, resaltado en verde.
Además, hay casos atípicos. Sudáfrica sigue siendo el país más desigual, pero su percepción de corrupción no es la peor. Otros países en una situación similar son Colombia, Panamá y Angola.
México (marcado en verde en la gráfica) está estancado en su puntaje de percepción de corrupción desde hace cuatro años y mantiene una alta desigualdad, a pesar de registrar un ligero avance, que puede explicarse por las medidas de política social implementadas durante el sexenio pasado.
Diferencias entre pequeña y gran corrupción
Si bien la relación entre corrupción y desigualdad es clara, esta puede ser diferente de acuerdo con el tipo de corrupción. La pequeña corrupción, que sucede en trámites y servicios entre la ciudadanía y personas servidoras públicas, afecta la distribución de ingresos a pequeña escala. En contraste, la gran corrupción, que involucra decisiones políticas, refuerza las desigualdades estructurales porque beneficia a las élites económicas.
La denuncia como un mecanismo igualitario
En este contexto, la denuncia resulta una herramienta clave para combatir la corrupción sin reproducir las barreras que genera la desigualdad. Facilitar el acceso a canales de denuncia eficaces reduce la impunidad y eleva los costos de participar en actos corruptos.
Pienso en la denuncia como en un botón que activa un mecanismo anticorrupción. Un ejemplo es la plataforma Guiando tu denuncia del IMSS, que permite a la ciudadanía conocer qué conductas pueden ser reportadas y cuáles son sus posibles sanciones.
Para que la denuncia sea efectiva, mi recomendación es dejar de lado las barreras, como la percepción de que no sirve de nada denunciar. Cada reporte puede contribuir a generar un precedente que sancione a las personas responsables y corrija una rutina en el gobierno.
¿En dónde poner atención? Para la pequeña corrupción, en los trámites de ventanilla y en el contacto con personas servidoras públicas. Para la gran corrupción, en contrataciones públicas, prestación de programas sociales y obra pública. Denunciar es un acto valiente y tiene la capacidad de ser replicada hasta lograr grandes resultados.
La corrupción y la desigualdad son problemas urgentes en el mundo por separado, pero es claro también que están interconectadas: una retroalimenta a la otra. La pandemia dejó claro que la desigualdad puede cobrarse vidas y la corrupción puede volver más difícil modificar el estado de las cosas. Por ello, cualquier estrategia contra la corrupción debe considerar su impacto en la desigualdad, y viceversa.
Reflexiones finales:
El 11 de febrero de 2025, Transparencia Internacional publicó su Índice de Percepción de la Corrupción 2024. Comparado al año anterior, México perdió 5 puntos, al pasar de 31 a 26 puntos de 100 posibles y retrocedió 14 lugares en el ranking, al pasar de la posición 146 a 1a 160.
Históricamente México se ubica debajo del promedio de todos los países, que este año es de 43 puntos. De la OCDE fue el peor evaluado. De los 32 países de América evaluados, sólo 6 están por debajo de México. Y del G20 ocupa la posición 19, sólo por encima de Rusia.

Se trata del peor puntaje obtenido por México desde 2012, cuando se adoptó la metodología que actualmente utiliza el índice. Si existe una relación entre el nivel de corrupción percibida y la desigualdad del país, una caída en el primer indicador resulta en un mal pronóstico para el segundo. La corrupción hace trabajar mal al gobierno y si el gobierno no hace bien su trabajo, no puede disminuir la desigualdad entre las grandes élites económicas y las personas más pobres.
El autor agradece a Sebastián Arcos Robledo por el apoyo en la elaborar la gráfica del IPC
Sobre el autor:
Francisco Javier Vega Oviedo
Politólogo y administrador público