Una Estrella que no se dejó apagar

Una Estrella que no se dejó apagar

Por Elizabeth Vázquez

23 de noviembre 2023

a mañana del 11 de marzo de 2022, mientras los establecimientos locales abrían las puertas a la clientela, y las y los estudiantes que habitan la tierra del volcán se preparaban para ir a la escuela, Estrella se encontraba en su habitación.

Recostada entre una maraña de sábanas intentaba darle sentido a los hechos relativos a la noche anterior, que, en forma de hilos inquietos, bailaban alrededor de su cabeza, provocándole una molesta picazón en el cerebro. Tras rebobinar y dar revés a la situación, una y otra vez, su cuerpo y su mente conectaron en un click tan intenso que fue casi audible.

Además de un título en Administración Pública y Ciencias Políticas, y una maestría en Sexualidad y Género, Estrella tiene un alma cálida y un espíritu un tanto salvador como luchador; lo que la ha llevado a formar parte de la agenda feminista de su natal Colima. Lleva cinco años siendo acompañante de mujeres y niñas víctimas de violencia sexual en dicho estado; mismo, que reportó 2476 víctimas de abuso en 2022, pasando a ser Estrella, una de ellas esa mañana. “Descubrí entonces que a pesar de haber acompañado a otras, nunca entiendes del todo lo que se siente”.

Sintió que era casi irónico que se encontrara en esa situación tras haber marchado en contra de la violencia de género apenas tres días antes, en la marcha del #8M

¿Qué cambió en tu visión del mundo?

Un sistema de justicia en deuda con las mujeres

A Estrella le encanta nadar; “cada vez que me preguntan si sé nadar, yo les digo que sí, porque no me he ahogado”, suele comentar con diversión. Tiene treinta y un años, y nació y creció en el municipio de Villa de Álvarez, sin dejar de anhelar la paz que le trae el movimiento de las olas saladas del mar de Manzanillo, ubicado también en el estado de Colima.

Es este mismo estado que presume alargadas palmeras glamurosas y promete tardes de sosiego costeño, el que es actualmente reconocido como el estado con el mayor número de víctimas de abuso sexual relativas a su población total; es decir, que tiene la tasa más alta de víctimas de abuso sexual a nivel nacional.

El código penal de dicho territorio define al abuso sexual como la cópula o acto erótico sexual sin consentimiento u obligado; sin embargo, Estrella -basándose tanto en sus estudios como especialista, como en sus experiencias propias y conociendo la historia de otras mujeres colimenses al figurar como acompañante en casos de abuso- ha llegado a crear su propia definición del concepto; lo define como “cualquier acto o hecho que daña el cuerpo de las personas, derivado de un abuso de poder que busca someter, controlar o cosificar los cuerpos. Y que no sólo incluye contacto físico, sino que también pueden ser sonidos, miradas, comentarios o publicaciones en redes sociales”.

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Empezaba julio cuando Estrella conoció a su agresor; el calor típico de las tardes veraniegas azotaba el empedrado de la ciudad, mientras sus habitantes cazaban presurosos la sombra de las casas, intentando refugiarse de los indomables rayos del sol colimense. Ella se encontraba pasando un rato tranquilo, navegando en su teléfono por una aplicación de citas, cuando el rostro de un joven se presentó frente a sus ojos; intercambiaron un par de mensajes, y acordaron un primer acercamiento. “Como buen hombre, al principio se portó muy cortés, muy educado”, recuerda ella, repasando los ademanes cordiales y las sonrisas de apariencia galante que fueron proferidas a lo largo de la primer salida, inspirándole la suficiente confianza como para aceptar un segundo encuentro.

—¿Conoces el Hervidero? — él le preguntó, mientras acordaban el lugar para su segunda cita.

—No…— contestó ella, sintiendo un escalofrío provocado por la inquietud natural de acercarse a lo desconocido.

El Hervidero es un río localizado a aproximadamente cuarenta minutos de la zona conurbada de la ciudad de Colima; se utiliza como balneario natural, siendo una de las principales atracciones de turismo ecológico que ofrece el estado. Estrella y su acompañante llegaron temprano; llevaban consigo una amplia gama de alimentos, bebidas y la expectativa de una buena tarde. El sonido del río inquieto embargaba el ambiente, disfrazando la falta de terceros, mientras que la sofocante humedad del clima invitaba a los visitantes a perderse entre la frescura del agua dulce.

Fue así como quedó atrapada Estrella, entre chapuzones y bebidas apañadas en el transcurso de una tarde calurosa de verano, en un balneario solitario y perdido, junto a una cita que parecía perfecta. Estrella se apagó. En su cabeza solo predominan huecos y lagunas de lo que pasó esa tarde.

Cuando logró recuperarse y volver en sí ya no había árboles, ni aves en los alrededores; las corrientes de agua fría habían desaparecido y la suavidad de las piedras del río que acariciaban con dulzura la planta de sus pies ya no eran perceptibles. Eran ya las nueve de la noche, y se encontraba sola, en su cama.

Al despertar, las primeras arcadas la atacaron sin piedad ni control; el cansancio físico recorrió su cuerpo de dedo a dedo, y la clara ausencia de un porqué encendió una alarma en su cabeza, que palpitaba con furor al ritmo de sus latidos.

Pasó la noche buscando estabilidad en el frío de la loza del baño de su casa, aferrándose al váter como única certeza y luchando contra los incesantes vómitos que comenzaban a desarmarla.

La presencia de saltos temporales no solicitados en su memoria hacían estragos en su consciencia; a pesar de estar en casa, se sintió perdida. Fue así como floreció entre sus costillas una agobiante sensación de frustración consigo misma; podía sentirla crecer, enredándose en sus brazos y tórax, asfixiándola levemente, mientras los vómitos mantenían su atención dispersa. Le parecía imposible el ser incapaz de conectar los hechos y ponerse de acuerdo consigo misma; la lluvia de ideas que atacó su mente terminó por drenar su energía.

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No fue hasta el día siguiente que, con una mayor claridad mental, logró notar un cambio evidente en el olor de su intimidad; la consternación paralizó su ser por un microsegundo, y la lógica abandonó su ser. Su existencia se limitó a una maraña de emociones y sintió la fuerza del retumbar de su corazón, mientras un hormigueo desagradable se propagaba por su pecho, simulando una alerta de emergencia; un mal presentimiento se adueñó de su sistema. En ese momento, buscó su teléfono, con un miedo lento y silencioso, dudando por un momento si deseaba o no una respuesta a sus incógnitas.

Entonces, decidió tomar las riendas de la situación, que hasta entonces sentía que estaban en cualquier lugar menos en sus manos; le envió un mensaje al responsable, exigiendo las explicaciones que él le había negado desde que se las planteó en primer lugar. Esperó con ansias la respuesta, imaginó y contempló cada escenario posible, tratando de inducir una calma que no tenía en cada uno de ellos. Sin embargo, la respuesta que obtuvo no formaba parte de ninguna de sus proyecciones:

“Esta persona me confesó por WhatsApp, por mensaje, que habíamos tenido relaciones sexuales, y también, que esta persona había eyaculado tres veces”.

Una densa bruma emocional invadió su panorama; culpa, enojo, remordimiento, tristeza, coraje y desentendimiento; un prisma de emociones negativas fragmentaron su horizonte. “Cuando me dijo que había eyaculado tres veces, no sé ni en dónde, me rompí; sentí que me rompí y me enojé muchísimo. Le dije que cómo había sido posible que estando yo en esa condición hubiera hecho lo que hizo. Lo que había hecho esta persona también me enojó porque pareciera que yo me había topado con un psicópata”.

Le tomó días asimilar la situación, y un par más acercarse a las instituciones pertinentes en búsqueda de certeza. “Recuerdo que me sentí con mucha culpa, porque yo decía que siendo acompañante de tantas mujeres y a mi edad, ¿cómo era posible que me pasaran este tipo de cosas? Me costó mucho trabajo reconciliarme con esta parte de mí, del hecho de que no fue mi culpa y tampoco dependió de mí”.

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Y la culpa no era mía, ni en dónde estaba, ni cómo vestía

Se reconocen oficialmente un total de 11,397 víctimas de abuso sexual a nivel estatal en Colima, y en contraste, 81 detenidos bajo el mismo cargo; es imposible preguntarse, ¿a qué se debe esto?

Estrella llegó a las dos de la tarde al Hospital Regional Universitario, con la expectativa de ser recibida por una trabajadora social para sostener una charla respecto a los sucesos; la atmósfera típica de los hospitales causó estragos en su persona y le puso la piel de gallina; sus sentidos se pusieron en alerta. Se encontraba sola, a punto de enfrentar una situación cuyo rumbo le era imposible predecir. Al intentar acercarse a la entrada, se encontró con el vigilante en turno, que la cuestionó respecto al motivo de su visita.

Respiró hondo; la actitud desinteresada del guardia era un contraste enorme frente a la tormenta que habitaba su interior. Su estómago se removió con incomodidad una vez más; tenía que explicarse frente a un guardia, y algo que resultaba un poco más inquietante para su persona, frente a un hombre. Respiró hondo, e intentó explicarse con cautela. El sentimiento de que la experiencia relatada por sí misma no era del todo propia la asaltó mientras las palabras dejaban su boca; una sensación de irrealidad y desconexión con el mundo la azotó de golpe, dejándola en un estado de trance emocional; se sentía rara. Viva, pero no dentro de su cuerpo.

Entonces, el guardia le explicó que la NOM-016 (Norma Oficial Mexicana -016-SSA3-2012) establece que el acceso en casos de violación sexual es mediante urgencias médicas; no general.

Estrella se dirigió entonces al área indicada, aún sola, sintiéndose completamente expuesta y vulnerable a su entorno. Una segunda ola de incomodidad e inquietud llegó junto al siguiente contendiente; un enfermero, que se acercó a tomarle la presión con desgane. Si bien era capaz de comprender el motivo y separar las situaciones, la presencia masculina despertó en ella una breve pero clara sensación de malestar, sin contar que, una vez más, se vio en la necesidad de repetir aquello de lo que tanto buscaba escapar. Le resultaba complicado el mantener un acercamiento sereno, pues su instinto le rogaba, mediante cuantiosas ondas sensoriales, que marcase la mayor cantidad de distancia posible entre ambos; sentía la incesante necesidad de salir corriendo del lugar, hasta quedarse sin aire y recobrar el sentido. Cada parte de su cuerpo se encontraba en un estado de callada rigidez; podía escuchar cada inspiración pronunciada por el enfermero. Intentó concentrar su atención en otra cosa, sin embargo, la sensación de estar siendo invadida por un agente nocivo no logró abandonarla, hasta que él terminó con su tarea, y rompió todo contacto con su cuerpo. A pesar de que fue breve, le resultó estremecedor; la sensación de sus manos sobre ella se quedó incluso después de que se apartó, dejando marcas invisibles en Estrella. “Batallé y escarmenté propiamente cómo se siente una mujer al estar ahí, y fue una de las experiencias más difíciles que he tenido; no me imagino, ni se diga, una niña que fue abusada”.

El enfermero desapareció por un momento y Estrella se sumergió nuevamente en el trance conformado por marañas y marañas de pensamientos y dudas que consumían su existencia.

—Espérame poquito, porque creo que no tenemos camillas disponibles— le comentó él a su regreso.

Así transcurrieron cuarenta minutos de espera, mientras Estrella se dedicaba a flotar, pálida y desahuciada como un fantasma en la sala de espera, que se encontraba vacía a excepción de las numerosas sillas de plástico grisáceo que en ese momento resultaban ser la única y más sensata compañía que ella habría podido pedir, a pesar de su frivolidad, pues al menos no le generaban ninguna clase de inquietud, en comparación a las castas muestras de empatía que hasta el momento le habían ofrecido en el lugar. Finalmente, al no contar con camillas suficientes en el centro médico, se le solicitó que pasara a un consultorio en pediatría.

Lo primero que notó fueron las grietas en el concreto del techo, que combinaban a la perfección las insípidas paredes blancas del lugar, dándole un aspecto que figuraba entre desolado, triste y tétrico; se recostó en la camilla que, junto a un par de estantes desgastados y un escritorio vacío, conformaban el inmobiliario del lugar. Cerró los ojos, e intentó descansar, ignorando la frivolidad emanada por el ambiente. Fue entonces cuando el enfermero regresó para tomarle muestras de sangre, con el objetivo de descartar cualquier enfermedad de transmisión sexual o embarazo; una vez más, el contacto físico tuvo repercusiones en su de por sí frágil estabilidad, dejándola fatigada. Ni siquiera la aguja atravesando su piel logró despertarla del sopor emocional en el que se encontraba perdida.

Finalmente, llegó la trabajadora social, quien le hizo una serie de cuestionamientos bastante generales respecto a los hechos.

—¿Por qué no viniste al día siguiente? — le cuestionó a forma de reproche indirecto y cierre, haciendo referencia a la posibilidad perdida de haber podido utilizar la pastilla del día después a forma de prevención de un embarazo indeseado.

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Tras finalizar la entrevista, la trabajadora se retiró, dejando a Estrella caer de nuevo en la soledad de lo incierto, pensando que le habría gustado que se quedara el resto del proceso a su lado. Decidió reposar en la dura camilla una vez más, intentando prepararse mentalmente para lo que fuera que viniese después. La trabajadora le había informado que era necesario dar parte a Fiscalía para iniciar un caso tras los servicios de atención médica, a lo que ella accedió a sabiendas de lo complejo que podría llegar a ser.

Fue entonces cuando el ruido de la puerta la sacó de su estupor; dos agentes de policía armados ingresaron a la habitación. Se sentó en la camilla, sintiendo su espalda tensarse frente a la sorpresa. Los oficiales se presentaron de manera seca, y le solicitaron (casi demandaron) que narrase lo ocurrido, por cuarta vez en el día. Ya sin ánimos de luchar contra las circunstancias, Estrella rememoró los sucesos, habló del cómo, del cuándo y del porqué. Señaló nombres y describió momentos, y sensaciones.

—Mmm… es muy común que pase esto, violaciones bajo este modus, en aplicaciones de citas. No debería confiar en este tipo de personas— le comentó uno de los oficiales, tras finalizar el relato.

En ese momento le invadieron tantos sentimientos, que casi vomita de nuevo.

No fue sino que hasta las nueve de la noche que el ginecólogo se presentó y Estrella finalmente pudo acceder a una valoración final, siete horas después; “me entregaron los resultados de la prueba de embarazo, VIH, SIFILIS, pero no sé si el tema del tacto sea también parte del protocolo, pero yo sí sentí muy intrusivo el hecho de que fuera un hombre ginecólogo el que me estuviera tocando”.

El ginecólogo llegó siete horas después de que Estrella llegó al hospital, con una actitud que lo hacía parecer obligado. Con clara incomodidad y casi contra su voluntad, Estrella abrió las piernas, sintiéndose completamente vulnerable. El encontrarse en esa posición la hizo sentir que estaba por revivir el momento exacto en el que fue violada. Apretó los puños, y cerró los ojos mientras rogaba que acabase pronto, mientras el médico apenas comenzaba la exploración.

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Revivir la pesadilla: el suplicio de las víctimas

Un mes después la fiscalía del estado se puso en contacto con ella para confirmar que quisiera ratificar su denuncia; ella dio el sí. Una vez más se le consultaron los hechos y se le solicitaron recapitulaciones; se indagó entre la evidencia y se revivió el suceso. Complementariamente, a la hora de solicitar la dirección del agresor, Estrella pidió la colaboración de las autoridades para que se investigara, debido a que tenía pistas al respecto, más no la dirección concreta: “Hasta la fecha no han solicitado su dirección y creo entender que tampoco se le ha notificado, a pesar de que ha pasado año y medio medio; no creí que fuera tan largo y tan triste y tan doloroso este proceso”.

En total, Estrella ha asistido a la Fiscalía General del Estado cinco veces; las últimas tres, para solicitar avances en su caso.

La tercera vez que asistió para darle seguimiento a la situación, salió del lugar desconcertada y a punto de vomitar; la crudeza de los cuestionamientos le caló en la memoria, y en los huesos. La impotencia que le provocaba la tranquilidad de los trabajadores del lugar le rompió el corazón; una vez más, le solicitaron el domicilio que ella había negado conocer, y para el que había pedido ayuda para encontrar. “Salí muy mal anímicamente porque me preguntaron lo que no me habían preguntado los otros dos agentes con anterioridad. Con señalamientos puntuales, que en este momento no recuerdo cuáles fueron, pero sí recuerdo que salí con muchas náuseas de la fiscalía, porque todos estos cuestionamientos que entiendo que eran parte de un proceso legal no se me hicieron en su momento”.

Adicionalmente, solicitó los resultados de la primera valoración psicológica que se le realizó el día que asistió al Hospital Regional en búsqueda de apoyo por parte de las autoridades; autoridades que, en ese momento, le confesaron que su evaluación estaba perdida, extraviada, y que probablemente tendrían que repetirla, a meses de los hechos. Además le solicitaron, para seguir con el protocolo, que les llevara al río donde estuvo junto a su agresor; le pidieron que señalara pasos, y lugares. Que les mostrara objetos, y una vez más, les describiera lo sucedido; le pidieron volver a la casa donde ocurrió la violación sexual, en la cual, ella ya ni siquiera vivía.

La única realidad era que Estrella estaba cansada; la falta de una resolución concreta comenzaba a ser agotadora. Su inversión, en todo sentido, comenzaba a ser mayor a la retroalimentación que se supone debería brindársele.

Se encontraba agotada, exhausta; estaba harta de revivir su peor pesadilla una y otra vez en vano.

Cada que repetía los hechos, aquella sensación de pánico y confusión aterrizaba de nueva cuenta que en su persona. Impulsada por esto, decidió dejar todo. “Estuve en contacto con el agente que se supone que me iba a acompañar para que yo identificara el lugar de donde ocurrieron los hechos. Sin embargo, no coincidimos con los horarios, y ya no me volvieron a decir nada. Entonces, mejor lo dejé por la paz. Dejé todo”.

En agosto de este año Estrella ha decidido retomar el caso junto a una abogada que la asesora. “Esta persona tiene que saber que hay una consecuencia derivada de lo que hizo, y que no estuvo bien. Entonces, yo en calidad de víctima, ¿cómo se lo puedo hacer saber? Por eso acudí a las instituciones pertinentes; para que le pudieran dar el seguimiento. Pero ha pasado un año con seis meses y este agresor ni por enterado se ha dado”.

Se realizó el recorrido y se recuperó su primera valoración psicológica, aunque apenas fue revisada y firmada en septiembre de 2023. Además del retraso, se encontró con que las conclusiones de la misma eran poco asertivas, pues se desvían por completo del tema principal.

“La valoración no decía nada como resultado, estaba llena de juicios. ¿Cuáles fueron esos juicios de valor? Pues, iniciando con que yo aparento tener más edad de la que digo tener. Ese fue el primer juicio. Y el segundo, uno de entre tantos, es que dicen que yo estoy muy apegada al género masculino y que por eso busco su aprobación, algo así”.

¿Cómo te sientes con tu cuerpo y tu espacio?

Habitar un cuerpo sobreviviente al abuso

Colima se encuentra en el sexto lugar por número de víctimas de abuso sexual a nivel nacional, y en contraste, ha tenido un total de 32 condenas dictadas. “Ha habido impunidad, y sobre todo, violencia institucional. El hecho de ser omisas y omisos ante las denuncias que las mujeres con tanto trabajo nos cuesta hacer, también constituye un acto de corrupción. La omisión es un acto de corrupción que todavía no entienden”, afirmó Estrella.

Entre la marea de emociones e introspección que todo esto le ha conllevado a Estrella, quien incluso desistió un poco de su trabajo como acompañante a mujeres víctimas de violencia debido a lo que esto significaba para ella, reconoce sentirse afortunada. “Yo puedo contar mi experiencia, pero muchas ya no regresan”.

Estrella espera poder llevar a juicio su caso, y añadir una Licenciatura en Derecho a su currículum con el objetivo de mejorar sus alcances dentro del marco legal en tanto a violencia de género; desea seguir acompañando a más víctimas de abuso, y desea que se haga justicia, por su caso, y por los que no la han obtenido.

“Debemos de denunciar. También entiendo que nos educan a ser individualistas, a preocuparnos nada más por nuestro propio bienestar. Pero cuantas más mujeres se concienticen de que parar a un agresor o violador sexual es también prevenir el abuso de niñas, ahí es cuando estaremos dando un gran paso”.

“Más que un castigo, busco una reparación del daño. Cargo con estrés post traumático, y una sensación constante de inseguridad. Sólo quiero paz”, afirma ahora, exhausta, pero también lista para seguir adelante buscando justicia, por ella y por todas las mujeres de la nación, bajo la promesa de un mundo moral y justo, en el que las niñas puedan salir a jugar sin miedo a desaparecer; en el que las mujeres puedan caminar sin tener que verificar que nadie les siga. En el que paga el abusador, y no la víctima.

Ni una menos.

Datos de Abuso sexual en Colima

Comparación con datos nacionales