Artículo publicado originalmente por la Revista Expansión
La corrupción es el tema central de muchas conversaciones relevantes hoy en día. Todos estamos preocupados porque la corrupción es peor que la humedad y se ha infiltrado en todos los ámbitos de la sociedad. Hasta ahora, la mejor estrategia que hemos logrado avanzar contra ella es empezar a poner en blanco y negro las normas de conducta básicas en cada uno de los ámbitos en los que nos desarrollamos.
Vemos con más frecuencia la definición de códigos de ética, de conducta, políticas anticorrupción y otros principios rectores que tienen el objetivo de regular nuestra conducta en los distintos espacios donde nos desarrollamos: espacios públicos, centros educativos e incluso espacios habitacionales.
El sector privado también ha tomado su parte de responsabilidad para actuar de forma preventiva. Año con año vemos cada vez más empresas tomando cartas en el asunto para aclarar entre sus colaboradores las reglas de conducta que se esperan para mantener la integridad en sus operaciones.
El ejercicio de Integridad Corporativa refleja con claridad la tendencia a establecer reglas claras de conducta en el sector privado. Este año 412 de las 500 empresas que ha listado Expansión entre las más importantes de México cuentan con un código de ética. De esas, 393 incorporan a sus normas internas las reglas anticorrupción que sus colaboradores deben seguir.
Esta tendencia es muy positiva, ha habido avance en los siete años que hemos realizado el IC500 por iniciativa de Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad y Transparencia Mexicana. Pasamos de 44% de empresas que contaban con una política anticorrupción a 79%. Por su parte, la presencia de Códigos de Ética entre las 500 empresas más importantes de México listadas por Expansión pasó de 60% a 83%.
El contenido de los Códigos de Ética toma mayor relevancia en temas delicados como regulaciones específicas relacionadas con la prevención del lavado de dinero. Ha aumentado significativamente el número de empresas que establecen reglas para prevenir este delito. Pasaron de 21% de empresas que contaban con alguna regulación en la materia en 2017 a 62% en 2023.
Otro de los resultados que llama la atención y que, desde nuestra óptica, resulta uno de los más positivos es el relativo a los mecanismos de capacitación. En siete años ha aumentado en 49% el número de empresas que de forma expresa incluyen una estrategia de capacitación para sus colaboradores para que conozcan sus normas internas y puedan actuar de forma ética ante situaciones cotidianas en la operación de las empresas.
Esto significa que pasamos de 13% de empresas que en 2017 consideraban importante capacitar a sus equipos en materia de ética e integridad a 62% de empresas que en 2023 incorporaron, como parte de sus programas anticorrupción, la capacitación continua.
En este punto, se distingue una respuesta efectiva para contrarrestar la corrupción. Más allá de tener reglas en blanco y negro, es importante que las empresas realicen acciones para que quienes las integran logren comprender las reglas que se autoimponen. Sobre todo, para conocer la importancia de estas reglas y lograr una operación sustentable. No sólo en términos económicos, sino operativos, reputacionales y en beneficio de toda la sociedad.
El número de empresas que cuentan con regulaciones específicas en materia de prevención de la corrupción es positivo, pero no es el deseado. No podemos desacreditar el trabajo que el sector privado puede y ha realizado para mejorar sus propias condiciones de operación.