corrupción


Este texto fue publicado en Reforma el 27 de agosto de 2020.

Corrupción sistémica y corrupción extractiva no son lo mismo

La ciudadanía está harta de la corrupción sistémica y política, ésa que desvía cientos de miles de millones de pesos de dinero público a los bolsillos de unos cuantos. No es sorpresa que 12% de la población considere (marzo 2020) que esa corrupción es el segundo problema en México, sólo después de la inseguridad, pero con el doble de respuestas que las económicas (desempleo y economía). Y es que los mexicanos nos damos cuenta de que los grandes desfalcos no son cosa del pasado. Sólo en 2018, al menos 52 mil millones de pesos de dinero público (sólo de gasto federalizado programable) presentó algún tipo de irregularidad en su ejercicio, ya sea porque no llegó a su destino o porque no estuvo debidamente justificado, según la Auditoría Superior de la Federación (ASF, 2018). En la mayor parte de los casos nunca será aclarado el destino de los recursos ni se recuperarán los fondos.

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Pero separada de esta gran corrupción, de la que sólo leemos en las noticias, está la pequeña corrupción, llamada también corrupción extractiva. Es aquella que financiamos los mexicanos de nuestro bolsillo y que le cuesta de manera desproporcionada a los más pobres. Si bien según la ENCIG entre 2017 y 2019 aumentó el número de víctimas de la corrupción en trámites (Ramírez, 2020), la encuesta MCCI-Reforma levantada en marzo 2020 muestra que los pequeños sobornos, las mordidas, las dádivas y las propinas indebidas, ocurrieron con menor frecuencia en el segundo año de la actual administración. Lo que, probablemente, quiere decir que el costo moral de cometer pequeños actos de corrupción ha aumentado.

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¿Qué es el costo moral de cometer actos de corrupción? 

El costo moral es el costo que pagan los corruptos cuando el resto de las personas se entera de ello; es decir, existen las sanciones sociales y reputacionales, adicionales a las administrativas o penales, para quien comete actos de corrupción. El costo moral está asociado a recibir una condena social por ser corrupto, con independencia de que reciba un castigo formal. En México, sin embargo, hemos tolerado durante mucho tiempo la pequeña corrupción (sobornos, mordidas, dádivas indebidas a cambio de recibir servicios gratuitos) como forma de convivencia, por lo que el costo moral de ser corrupto había sido relativamente bajo.

Desde inicios del siglo XXI, la ciudadanía empezó a nombrar cada vez más a la corrupción extractiva (Arellano et al., 2018) por su nombre, a denunciarla entre conocidos y luego en redes sociales. En consecuencia, el gobierno fue abriendo espacios de denuncia, endureciendo las sanciones formales y especificando en la ley qué conductas se consideraban actos de corrupción: soborno, extorsión, fraude, uso indebido del encargo o de información privilegiada, por ejemplo (Carbonell y Carbonell, 2020). Con ello, los actos de pequeña corrupción no dejaron de ser frecuentes pero sí comenzaron a ser socialmente inaceptables, al menos entre los segmentos de la población que no dependían de la corrupción para adquirir bienes o servicios básicos. Conforme se elevaban los costos morales de este tipo de actos, comenzó a quedar cada vez más claro que existían grupos de la sociedad que simplemente no podían evitar cometer un soborno: la corrupción extractiva se convirtió en un problema de los grupos más vulnerables y menos privilegiados. De ahí que la corrupción afecte en mayor medida a los hogares más pobres. Poco a poco la narrativa social pasó de “todo el mundo lo hace” a “me avergüenza que se sepa que yo pagué un soborno o yo pedí una mordida”.

Sin embargo, avergonzarse de haber cometido un acto de corrupción es insuficiente si no se garantiza el acceso a bienes y servicios básicos para los sectores más vulnerables de la población, por un lado, y si no se procesa y sanciona a quien comete la extorsión, por el otro. Es decir, el costo moral es importante pero insuficiente para acabar con la corrupción extractiva.

La corrupción en la que participamos nos avergüenza, por eso mentimos

Evidencia de que la corrupción que experimentamos como ciudadanos es un tema que nos avergüenza es que en 2018 (“Una de cada cuatro…”, 2018) y 2019 (UIA, 2019) la respuesta directa sobre haber pagado durante el último año un soborno era de la mitad que la respuesta a la misma pregunta pero hecha de manera indirecta.

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La forma en la cual se realiza una pregunta directa es evidente –“en el último año, ¿pagó usted algún soborno?”- mientras que la pregunta indirecta consiste en pedirle a la mitad de los encuestados que respondan cuántas actividades de un conjunto de acciones -incluyendo haber pagado un soborno- realizaron durante el último año, pero enfatizando que no especifiquen cuáles fueron. A la otra mitad de los encuestados se le hace la misma pregunta -cuántas actividades de la lista realizaron- pero sin la opción de haber pagado un soborno. La diferencia de promedios entre las respuestas de un grupo y el otro arroja el porcentaje de personas que pagaron un soborno en el último año en la pregunta indirecta. A este proceso se le conoce como experimento de listas y se usa para medir la presencia de conductas que pueden avergonzar a los encuestados, tales como el racismo, la homofobia o las preferencias sexuales diversas. De esa manera los encuestados pueden responder si en el último año cometieron un acto de corrupción sin tener que revelar al encuestador si pagaron o no un soborno en lo individual, pero arrojando datos en el agregado.

¿Por qué disminuyó el costo moral de pedir mordidas en 2020?

Posiblemente una parte responda al impacto que ha tenido el discurso presidencial en los funcionarios que interactúan con la ciudadanía, que consiste en recordarles permanentemente que “ya no se tolera la corrupción en este gobierno”. Otra parte probablemente responda a la rotación de personal al inicio de la administración y con ello a la ruptura de inercias previas (UIA, 2019). En suma, los servidores públicos en ventanillas únicas y oficinas de gobierno han cobrado menos mordidas en 2020 (10% de la población) que en 2019 (13%).

En ese sentido, una hipótesis del por qué la pequeña corrupción disminuyó entre la medición 2019 y la 2020 (encuesta MCCI-Reforma) es que el discurso del presidente López Obrador incrementó el costo moral de cometer actos de corrupción, sobre todo entre los funcionarios de menor rango, como son los que dan atención al público y con ello disminuyó el número de actos de corrupción extractiva en 2020. Esto se debería a que AMLO ganó la presidencia con una campaña que promovía su honestidad personal y anunciaba el fin de la tolerancia a la corrupción. Una vez en la presidencia, cumplió con convertir (al menos en el texto constitucional) en delito grave a la corrupción (“Un verdadero …”, 2020). Con ello, el titular del ejecutivo amenazó con mandar a la cárcel a quien la cometiera, sin juicio previo. A pesar de que la impunidad por hechos de pequeña corrupción es del 92%, el mensaje parece haber llegado a los funcionarios del país… pero también a los ciudadanos.

Los ciudadanos empoderados pagan menos mordidas

En 2020, la diferencia entre la pregunta directa y la pregunta indirecta fue muy menor a la observada en los dos años previos. Por un lado, parece que las personas están pagando menor número de sobornos, y por otro, que la ciudadanía se ha empoderado. Es decir, en México la sociedad parece haber aprendido que el pago de sobornos no es forzoso ni obligatorio. Nombrar a la corrupción por su nombre ha permitido que la ciudadanía conozca sus derechos y pueda entenderse como víctima de la extorsión, y no como promotora de la misma.

El empoderamiento ciudadano es una buena noticia, pues permite que cada mexicana y mexicano ofrezcan resistencia ante cada intento de extorsión por parte de funcionarios o autoridades. En muchos casos, esto bastará para acabar con el ciclo de extorsión por parte de algunos funcionarios.

Cómo disminuir la corrupción

La ruta está en buscar mejores soluciones y respuestas institucionales para atender la causas, investigar, sancionar y prevenir la gran corrupción, la sistémica, que es la que alimenta la percepción de que la corrupción es el segundo mayor problema en México. A diferencia de la pequeña corrupción, la gran corrupción no cede ante mayores costos morales a ni ante vergüenza de quien la comente. Ésta sólo se acaba con investigaciones, procesos transparentes y profesionales que culminen en consecuencias jurídicas y el resarcimiento del daño, con la garantía de que se hará todo lo posible para que no vuelvan a ocurrir otros grandes desfalcos. La pequeña corrupción, la extractiva, poco a poco irá disminuyendo a partir de un conjunto de procesos: de elevar los costos morales de pedir mordidas u ofrecer sobornos, y de empoderar a la ciudadanía para que alce la voz, denuncie el abuso y exija consecuencias cuando sea víctima de la corrupción.


* Sofía Ramírez Aguilar es investigadora, analista política y directora adjunta de la Unidad de Investigación Aplicada de Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad.

@Sofia_RamirezA


Reconocimiento

Un reconocimiento a Katia Guzmán por el procesamiento de la base de datos de la encuesta para la elaboración de gráficas de este texto.

Bibliografía

“Un verdadero combate a la corrupción se sustenta con acciones, no con discursos” (16 de junio de 2020), Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad, MCCI, https://contralacorrupcion.mx/posicionamiento-sna-corrupcion-amlo/

“Una de cada cuatro personas da ‘mordida’” (28 de mayo de 2018), MCCI y Reforma, https://contralacorrupcion.mx/mordidas/

Auditoría Superior de la Federación, ASF (2018), “Informe del Resultado de la fiscalización superior de la cuenta pública 2018”, Cámara de diputados, http://informe.asf.gob.mx/

Arellano, David y Manlio F. Castillo (2019), “La resbaladilla de la corrupción. Estudios sobre procesos sociales y organizacionales de la corrupción colusiva en el sector público”, México, CIDE.

Carbonell, Mercedes y Carbonell, Miguel (31 de mayo de 2020), “Para entender la corrupción: una aproximación conceptual”, Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad, MCCI, https://contralacorrupcion.mx/entender-la-corrupcion/

Ramírez, Sofía (25 de mayo de 2020), “ENCIG 2019: Radiografía de la desconfianza, la Corrupción y el encarecimiento del soborno”, Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad, MCCI, https://contralacorrupcion.mx/encig-2019-corrupcion-desconfianza-soborno/

Unidad de Investigación Aplicada de MCCI, UIA (14 de marzo de 2019), “El discurso de 100 días de AMLO y la corrupción: del dicho al hecho hay un gran trecho”, Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad, MCCI, https://anticorrupcion.nexos.com.mx/el-discurso-de-100-dias-de-amlo-y-la-corrupcion-del-dicho-al-hecho-hay-un-gran-trecho/

Unidad de Investigación Aplicada de MCCI, UIA (6 de junio de 2019), “¿Por qué hay tanta corrupción en México?”, Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad, MCCI, https://contralacorrupcion.mx/por-que-hay-tanta-corrupcion-en-mexico/