La presidencia de Andrés Manuel López Obrador entró ya en su último tercio. Al menos en el tema de corrupción, las cosas no solo no han mejorado: por el contrario, una parte de la opinión pública considera que, en los próximos doce meses, la situación empeorará. Días atrás, Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad presentó los resultados de su cuarta Encuesta sobre Corrupción e Impunidad 2022, que consiste en un cuestionario de 119 preguntas respondidas por 1500 personas. Los resultados de este ejercicio demoscópico son especialmente relevantes cuando los comparamos con los del 2019, año en el que se llevó a cabo por primera vez la encuesta y primer año de la administración del presidente López Obrador.
Tres años atrás los encuestados consideraban que los tres principales problemas del país eran la inseguridad, la corrupción y la pobreza. Si bien el presidente nunca los negó, sí se lavó las manos, diciendo que las anteriores administraciones neoliberales eran responsables de esos males. Tres años después, una parte de la ciudadanía sigue considerando a la inseguridad y a la corrupción como dos de los principales problemas de México, a los que hay que añadir a la economía que, sin duda, está relacionado con el problema de la pobreza.
Otra cosa que no ha cambiado, a pesar de la retahíla de discursos huecos y promesas de imposible cumplimiento, es la percepción de que la principal causa de la corrupción es la impunidad (41%), por encima de los gobiernos anteriores (35%) o la pobreza y la desigualdad (24%). La percepción de que frecuentemente se comenten actos de corrupción sigue en el 80% de los encuestados. Que no haya cambios en la percepción sobre estos temas dice mucho sobre el efecto de las políticas anticorrupción del gobierno en turno.
Pero hay percepciones que sí han cambiado en tres años. Por ejemplo, en 2019 el 72% de los encuestados consideró que la 4T estaba combatiendo la corrupción muy bien. Cuatro años después, en 2022, solo 44% considera que se está combatiendo muy bien la corrupción. Aunado a la percepción del 42% de los encuestados de que en los próximos doce meses la corrupción aumentará, estos resultados nos dejan ver que una parte de la opinión pública —entre los que se encuentran amas de casa, campesinos, jornaleros, estudiantes, empresarios y servidores públicos— no cree que la situación de corrupción en el país mejore en el corto plazo. Por el contrario, consideran que empeorará. La figura del presidente, así como la de su círculo familiar y político cercano, también han sufrido el embate de la realidad. Por ejemplo, entre 2019 y 2022, el porcentaje de personas que consideran que López Obrador es corrupto aumentó de 26% a 35%.
Una explicación de este aumento son los escándalos de corrupción reportados durante el sexenio. 43% de los encuestados consideran que las acusaciones contra la senadora Delfina Gómez —próxima candidata a gobernadora del Estado de México— referentes al descuento al salario que alegadamente le hacía a sus empleados cuando fue presidenta municipal de Texcoco. También 52% de los encuestados cree que es un escándalo de corrupción que el hijo mayor del presidente, José Ramón López, viva en una lujosa casa en Houston de la cual es propietario un contratista de PEMEX.
La percepción de corrupción se ha extendido a otros cargos de la administración. 52% de los encuestados consideran que el fiscal Alejandro Gertz es corrupto y 48% cree que usa su cargo para influir en asuntos legales personales. Por su parte, 59% consideró que existe corrupción entre los Servidores de la Nación. Finalmente, 56% considera que quienes conforman el gabinete del presidente son corruptos. Si bien López Obrador es percibido como un personaje más honesto, llama la atención que esta cualidad no sea extensiva a su equipo más cercano. Prácticamente siete de cada diez encuestados (69%) considera que el gobierno de la 4T no aplica la ley a todos por igual.
A pesar de estos resultados, las figuras del presidente y de su partido siguen, hasta cierto punto, disfrutando de la confianza de parte de la ciudadanía. Por ejemplo, a la pregunta de por qué partido votaría si las elecciones presidenciales fueran el día de hoy, 38% de los encuestados respondieron que por Morena, por encima de Movimiento Ciudadano (20%) y el PAN (15%). Asimismo, el 47% de los encuestados consideró que recibe beneficios de uno u otro programa social gracias al presidente, 14% a su partido y otro 40% a su gobierno.
Faltan dos años más para que la administración de López Obrador termine. Será interesante ver cómo se consolidarán algunas percepciones y cómo se modificarán otras. A riesgo de adelantar diagnósticos, considero que las modificaciones serán marginales. Hagámonos a la idea de que éste va a ser el sexenio que será recordado por declararle la guerra a la corrupción sin lograr disminuirla.
Pese a los pobres resultados que ha tenido la 4T en materia de combate a la corrupción, estos no han incidido en la ciudadanía lo suficiente para que en el 2024 Morena pierda la presidencia. Es claro que el desencanto ciudadano con el PRI y el PAN sigue vivo. Sin embargo, esta no debería ser la apuesta de la 4T. El hartazgo ciudadano relacionado con la corrupción, la impunidad, la discrecionalidad y los abusos de poder son —como nos ha mostrado la historia reciente— política y electoralmente mucho más poderosos que el clientelismo. Es claro que el umbral de resistencia de los mexicanos ha disminuido mucho en las últimas dos décadas. Los escándalos de corrupción todavía pueden costarle su popularidad al partido en el gobierno, como pasó en el sexenio pasado.
María de los Ángeles Estrada
Directora Ejecutiva de la Iniciativa de Transparencia y Anticorrupción de la Escuela de Gobierno y Transformación Pública del Tec de Monterrey.